viernes, 3 de enero de 2014

LA ULTIMA CENA.

Buen día, amigos,  a todos los que estáis ahí detrás, y hasta los que llega lo que me importa, me gusta y me divierte. Al compartir conmigo estos momentos me siento muy honrada por ello, porque me dedicáis unos minutos, y eso, el que alguien, por unos momentos, ocupe tu pensamiento, tu obra,  llegando incluso a su corazón es lo mejor que te puede pasar.
El título del "post" de hoy os parecerá un poco raro, y por cierto, se refiere, pero no, a LA ULTIMA CENA, que todos conocemos como obra de Leonardo Da Vinci, pero su contenido y su objetivo es del todo distinto.

Así que antes de hablar sobre esta tan particular "LA ULTIMA CENA",  os la presento a continuación:




Por supuesto, bajo ningún concepto pretendo herir sentimientos u ofender a las personas en sus creencias religiosas, con la útilización de esta obra monumental del artista chino ZENG FANZHI (WUHAN, 1964), que pasó sus primeros años en un suburbio provincial de China, siendo a partir de los noventa cuando se traslado a Beijing, descubriendo que había otra vida distinta a la que hasta ahora había conocido, la vida urbana, con sus prisas, sus luces, sus movimientos culturales, y con todo lo positivo y negativo que una gran urbe puede ofrecer.


ZENG FANZHI

El choque con esta nueva realidad le sirvió de base para crear una serie de obras, bajo el nombre de MASCARAS, siendo, precisamente, LA ÚLTIMA CENA, la obra de mayor tamaño que forma parte de esta serie.
En su obra, la máscara simboliza la personalidad que cada uno de nosotros fabricamos cada día y que empleamos como una especie de muro con la finalidad de que nadie ni nada acceda a nuestra verdadera naturaleza, ello conlleva que si todos hacemos los misma, nadie es lo que parece.


MASCARA

La obra  de "La ULTIMA CENA" mide cuatro metros de ancho, y para su realización Zeng contó con doce jóvenes que posaron en la misma forma que los apóstoles en la obra de Leonardo Da Vinci. Si observáis, la escena se desarrolla en un marco casi idéntico solo que las paredes están recubiertas de pantallas con inscripciones del Manifiesto del Partido Comunista. Por aquella época los estudiantes chinos cuya excelencia estaba demostrada portaban pañuelos rojos al cuello (cabe decir, que Zeng jamás portó uno de ellos). Podemos perfectamente diseccionar la escena y descubrir que uno sólo de los jóvenes lleva una corbata dorada (Judas). Se sabe con certeza que las corbatas se introdujeron en China a mediados de los años ochenta, y el color dorado representa el dinero, el interés personal y, por ende, el capitalismo.

Esta "significativa" obra ha formado parte de la colección de los barones de Ullens de Schooten. y este otoño del pasado 2013, el Museo d´Art Moderne de la Ville de París celebró una exposición retrospectiva de Zeng Fanzhi. Su valor estimado ronda los 7,5 millones de euros.

La  obra de este artista chino tiene  en el expresionismo (Max Beckman fue una de sus referencias)  un precedente  en un estilo que con los años ha ido evolucionando hacia una suerte de simbolismo; no obstante, su forma de pintar es puramente personal e invevitablemente propia.
Los protagonistas de sus obras van escondidos detrás de una máscara, que les anula el rostro, lo que viene a mostrarnos la alineación de la sociedad en la que convivimos las personas, desconociendo el alcance de la incomunicación entre unos y otros. No obstante, esa máscara es la que nos sirve para comunicarnos en un universo del todo absurdo y artificial.






Los personajes que nos representa Zeng Fanzhi tienen todos ellos en común una desproporción impactante entre los ojos y el resto del cuerpo, lo que nos arrastra a una especie de angustia existencial: simplemente, lo que vemos, nos asombra, o nos llena de horror.

 ESPERO QUE MI ELECCION SEA DE VUESTRO AGRADO Y SOLO ME QUEDA DECIR
BUENAS TARDES A TODOS

Fuentes: Tendencias del Mercado del Arte (con todo mi agradecimiento).

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