viernes, 28 de febrero de 2014

CUENTO.-

Buenos días a todos los amantes del arte en sus mas amplias manifestaciones, y a los que todavía dudan un poco, pues que se den un pequeño paseo por este mi/vuestro blog, y modestamente, disfrutaremos todos y cada uno de los "post" que os voy proponienpo.



Es por ello que hoy os propongo degustar un CUENTO, cuyo autor es ARTHUR RIMBAUD, considerado como uno de los mas grandes e influyentes poetas franceses de todos los tiempos; nacido en Charleville, en 1854 y fallecido en Marsella, en 1891. Su obra, aunque escasa, dada la triste circunstancia de que falleció muy joven, se encuentra reunida en tres títulos: POEMAS, UNA TEMPORADA EN INFIERNO e ILLUMINATIONS (Painted Plates), que dada su calidad lo sitúa en una posición indiscutible y fundamental dentro del considerado marco de la poesía moderna.



El texto que hoy os reproduzco se corresponde con uno publicado en el tercero de sus libros "Illuminations", y tiene por nombre sencillamente: "CUENTO".
Es bellísimo. Leedlo, si es posible, en voz alta, y vereis la dimensión que alcanza la genialidad de este "poeta maldito"

CUENTO.-

Un príncipe estaba molesto por haberse dedicado exclusivamente a la perfección de las generosidades vulgares. Él, que preveía sorprendentes revoluciones del amor, que intuía en sus mujeres algo mejor que esa complacencia adornada de cielo y lujo, quería ver la verdad, la hora del deseo y de la satisfacción esenciales. Fuese o no ese anhelo suyo una aberración piadosa, quería realizarlo. Poseía, al menos, bastante poder humano para conseguirlo. Todas las mujeres que lo habían conocido fueron asesinadas. ¡Qué saqueo de jardín de la  belleza!. Bajo el sable, ellas le bendijeron. El ya no pidió mas mujeres -Pero ellas reaparecieron.
El Príncipe mató a todos cuantos le segían, después de la cacería o de las libaciones.- De nuevo, todos le seguían. Entonces, se recreó degollando a los animales de lujo. Ordenó incendiar palacios. Arremetía contra la gente y la descuartizaba- Pero la multitud, los techos de oro, los hermosos animales seguían existiendo.
Ah ¡cómo puede uno extasiarse en la destrucción, rejuvenecer mediante la crueldad!. El pueblo no murmulló. Nadie dió su parecer.
Una tarde, mientras el Principe galopaba altivamente se le apareció un Genio de la belleza inefable, incluso inconfesable. De su aspecto y de su porte resurgía la promesa de un amor múltiple y complejo, de un alborozo indecible, incluso insorporable. El Principe y el Genio se aniquilaron probablemente en la salud esencial ¿Cómo no iban a morir a causa de ello? Así pues, murieron juntos.
Pero aquel Príncipe falleció, en realidad, en su palacio, a una edad vulgar y corriente. El Príncipe era el Genio. El Genio era el Príncipe.
Le falta música sabia a nuestro deseo.


BURNE JONES
(El Príncipe entrando en el bosque de Briar)

Entre las interpretaciones de este oscuro poema en prosa puede señalarse el atormentado espíritu del poeta, su negación del ser; con igual tono a diferentes expresiones del mismo tono a lo largo de su obra; como en una carta donde Rimbaud había ya advertido en 1871, "yo, es otro", anticipando clarividentemente un desdoblamiento similar al que podemos apreciar cuando se observa un espejo y vislumbra el acecho del otro, ese ser desconocido que abriga nuestras sensaciones más oscuras y secretas.
Yo, el ser que se cree apto para pensar, para pensarse, actuar, juzgar es, en la realidad inefable que condiciona y explica, pensado, actuado, juzgado, determinado por una voluntad interior inexplicable e inconsciente de ordinario de ello; quizá sea la única forma de explicar lo inexplicable como es la coexistencia de Rimbaud, el poeta y el mercader.

¿Cómo dar forma a lo que no tiene?
(Henri de Suso)




BUEN DIA, Y MEJORES VIVENCIAS.

No hay comentarios:

Publicar un comentario