lunes, 17 de febrero de 2014

EL MITO DE NARCISO.

NARCISO, de CARAVAGGIO, 1545
Galeria Nacional de Arte Antiguo de Roma

Buen día, mis queridos lectores, hoy nos adentramos en el maravilloso y siempre sorprendente mundo de la MITOLOGIA, y con el nos centramos en el MITO DE NARCISO.

Os parece que comencemos? Pues, adelante.

EL MITO DE NARCISO ha inspirado a muchos poetas. Tras la lectura de este relato se comprenderá mejor por qué cuando alguien se ocupa en exceso de si mismo y de su propia imagen se dice que es un narcisista. el destino de Narciso está unido al de la ninfa Eco. Curiosamente, los dos han dado nombre a dos realidades físicas: un fenómeno acústico y una flor.

Eco y Narciso, pintura de John William Waterhouse

"Es sabido que Zeus, el gran dios del Olimpo, adoraba la compañía femenina, ya fueran ellas mortales, ninfas o diosas. Hera, su esposa, no llevaba nada bien los galanteos de su esposo y le vigilaba constantemente. Zeus, lo sabía, había encargado a Eco, una ninfa de la corte de Hera, un trabajo especial: cada vez que él cortejara a una mujer, Eco intentaría distraer a la diosa cantándole o contándole cualquier historia divertida. Eso dio resultado durante bastante tiempo, pero, finalmente, Hera advirtió la trampa. Enfurecida, privó de la palabra a Eco, puesto que con ella le había engañado. Además,  la condenó a repetir la última palabra de todo lo que oyera.

Ninfa Eco, por Alexandre Cabanet


¡Hablarás como los loros!, grito.

-Loros, loros-, respondió la pobre Eco, a quien la sentencia le parecía demasiado injusta.

Pero ¿qué se podía hacer contra la poderosa Hera? El mismísimo Zeus temía sus enfados. Así que la ninfa tuvo que aceptar su destino.

Un día que iba vagabundeando por las montañas, allí donde el silencio era el rey, se encontró con un muchacho que cazaba solo. Marchaba a buen paso con el arco en bandolera y la mirada fija en el horizonte. En ese instante Eco se enamoró perdidamente de él. Salió al borde del camino y le hizo una señal con una mano. Sorprendido por la aparición de una muchacha, él se le acercó

-Me llamo Narciso, dijo- ¿Cuál es tu nombre?

-Nombre, Nombre...- fue lo único que pudo responder Eco.

El chico la miro sorprendido, quizá no la hubiera comprendido y repitió:

- Te pregunto cuál es tu nombre.

Y ella respondió:

-Nombre, Nombre....

Narciso suspiró y continuó su camino. Realmente se trataba de una criatura muy rara. Eco, que no estaba dispuesta a dejarle marchar así, se echó a sus brazos, pero entonces Narciso se la quitó de encima de un empujón.

Los dias siguientes, Eco trató de nuevo de acercarse al joven y para que entendiera lo que le pasaba, cuánto le quería y lo importante que era para ella. Pero todo resultó inútil, pues lo único que conseguía era repetir la misma palabra que Narciso dijese. Incluso intentó expresarse con gestos, imitando con las manos el movimiento de un corazón. Mas el muchacho ni entendía ni le interesaba nada.

Desesperada, Eco, se fue a ocultar su dolor a las profundidades de una cueva. En la mas absoluta oscuridad, se puso a llorar. Lloraba por ella, por su amor herido, por Narciso, durante el día y la noche. Su dolor acabó por tragársela y convertirla en roca, de tal manera que de ella solo quedó su voz, que todavía se escucha cuando se anda por la montaña.

Narciso nunca se enteró de lo que le sucedió a Eco. Pero los dioses, que fueron testigos del encuentro y del triste destino de la ninfa, quisieron castigar a Narciso por haber despreciado su amor. Porque si Narciso lo hubiese intentado, podría haber comprendido  el amor que Eco le declaraba  pese a su maldición, e incluso haber correspondido. Pero él no había hecho ningún esfuerzo por entenderla. La indiferencia que había mostrado no tenía excusa. Los dioses le buscaron entonces un curioso castigo: hicieron que se enamorase de su propia imagen.

NARCISO, de PAUL DUBOIS (1866)

Puede parecer un castigo tonto, pero no es así. Esto fue lo que ocurrió: una mañana, como de costumbre, Narciso salió a cazar. Vio un jabalí y lo siguió y acosó durante mucho tiempo, pero al final la presa escapó. Excitado, decepcionado, acalorado, el muchacho se acercó a una fuente para recuperar las fuerzas. Un poco de agua fresca le sentaría bien, pensó. Se inclinó ante la transparente agua, que parecía la superficie de un espejo. Allí vió a un muchacho de gran belleza, era un joven que le miraba fijamente. Narciso le sonrió y el joven le devolvió la sonrisa. En ese momento se enamoró de él, sin darse cuenta de que se trataba de su imagen reflejada en el agua. Y no fue capaz de comprender que era un castigo que estaba recibiendo de los dioses. Se enamoró tanto que no pudo moverse de allí: los dias transcurrían y el permanecía contemplando su imagen.

La hablaba, le explicaba su amor. Pero el reflejo del agua nunca le respondía, y Narciso, poco a poco, se fue llenando de melancolía. Una noche murió, y una de sus manos pudo acariciar, por unos instantes, el reflejo de su imagen con los párpados cerrados.

Los dioses entonces metamorfosearon su cuerpo en una flor. Una flor que hoy conocemos con su nombre: el narciso que se encuentra en los bordes de los estanques y de los cursos de agua.


De manera que el eco que resuena en las montañas y los narcisos que están junto a los estanques continúan hablándonos de los amores imposibles de una ninfa y un cazador.

Eco y Narciso, pintura de Plácido Constanzi

BUENAS TARDES A TODOS Y ESPERO QUE ESTA NARRACIÓN OS HAYA GUSTADO, DANDO PERFECTO SENTIDO A DONDE EL AMOR PUEDE LLEGAR.

FUENTES: MIL AÑOS DE CUENTOS DE MITOLOGIA. EDITORIAL EDELVIVES.

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