miércoles, 2 de diciembre de 2015

EDWARD SHERIFF CURTIS: Imágenes del Lejano Oeste.



Buen día.
El Museo Thyssen-Bornemizsa, en su continúo afán por dar a conocer la cultura, en todas sus mas que diversas manifestaciones, nos propone hasta el próximo 7 de febrero una exposición excepcional, bajo el título "La Ilusión del Lejano Oeste".
Gracias a esta singular propuesta, todo aquél que quiera conocer de cerca las costumbres, la forma de vida, la cultura de los territorios del Oeste norteamericano no tiene mas que acudir a esta singular y completísima muestra.




Y este viaje lo hace a través de la obra de distintos artistas, quiénes nos hacen partícipes de deliciosos paisajes y de los hábitos de sus gentes.
Entre los artistas cuyas obras se nos muestran en esta exposición nos encontramos con Karl Bodmer, George Catlin, Henry Lewis, Albert Bierstandt, Edward S. Curtis o Carleton E. Watkins.
Significar un hecho fundamental y es que este Museo posee una colección permanente que abarca esta temática (el único en el mundo) que nos demuestra el interés que Hans Heinrich-Thyssen-Bornemizsa demostró siempre por la cultura. Y sobre todo su deseo de que ese conocimiento pudiera se compartido por el resto de la Humanidad.




Evidentemente, tratar la obra de todos y cada uno de los artístas sería una ardua tarea, por lo que nos vamos a detener en conocer un poco mas a fondo la de EDWARD SHERIFF CURTIS, fotógrafo y etnólogo estadounidentse, de formación autodidacta, nacido en Whiwater, el 16 de febrero de 1868 y fallecido el 19 de octubre de 1952.




Las míticas fotografías que Edward S. Curtis realizó de los indios de América del Norte, llevaron a éstos a llamar a Curtis el "captador de sombras".
Mas su especial dedicación a la fotografía centrada en esta temática, fue consecuencia de un encuentro, con el antropólogo George Bird, cuando contaba treinta y dos años.
Y el hecho cierto es que durante cerca de treinta años Edward S. Curtis dedicó su vida a documentarse gráficamente, y de forma prácticamente exclusiva, sobre la cultura de los indígenas de los EE.UU., teniendo como principal fin el conservar, no solo en la memoría, sino mediante fotos, en su caso, toda una forma de vida amenazada con la extinción.






Y es que pese a que Edward S. Curtis no tenía formación académica especializada, nos legó una obra de mas de veinte volúmenes, bajo el nombre de The North American Indian (El indio norteamericano), en la que se recoge, de forma excepcional, la cultura de las tribus de los EE.UU. y también de determinadas zonas de Canadá.





Fue la suya una vida tranquila, gracias a la cual pudo llevar a cabo cuanto quiso, en el aspecto profesional, y si bien, durante algún tiempo permaneció olvidado, fue a partir de los años setenta cuando su obra empezó a gozar de una cierta revalorización, que ha ido incrementándose con el tiempo.





Edward S. Curtis era hijo de una familia cuyo progenitor fue predicador, el reverendo Johnson Asahel Curtis, en tanto su esposa, Ellen Sheriff era de ascendencia inglesa. Su infancia transcurrió en una granja junto a sus cuatro hermanos. 





Eran frecuentes los viajes en los que Edward acompañaba a su padre como predicador por los pueblos vecinos y ello despertó en él un especial gusto por la naturaleza. Fue gracias a un manual de fotografía, con el que el pequeño Edward construyó su propia cámara, sirviéndose para ello de una lente que su padre había conseguido en tiempos de guerra.
La salud del progenitor de la familia, obligó a Edward a empezar a trabajar en casa, con tan solo catorce años. Tres años mas tarde se estrenó como aprendiz en un estudio fotográfico de la ciudad de Saint Paul, en Minnesota.
El fallecimiento del padre, poco tiempo después, obligó a nuestro protagonista a tener que mantener a la familia, ejerciendo de leñador.
Pero tras un grave percance, que le mantuvo alejado de dicho oficio, de nuevo, empezó a trabajar en un estudio fotográfico, para con el tiempo abrir el suyo propio.




El hecho cierto es que su trabajo fue bastante bien reconocido y remunerado, pues se dedicaba esencialmente al retrato, lo que le valió premios como la medalla de bronce de la Convención Nacional de Fotógrafos (Nueva York, 1896), y uno años mas tarde, en 1904, una foto suya ganó el concurso The Prettiest Children in América, que fue organizado por una revista femenina, y que le supuso la posibilidad de poder fotografias a los hijos del Presidente Roosevelt.





Edward S. Curtis empezó a interesarse por las distintas corrientes artísticas dentro del mundo de la fotografía, especialmente, la pictorialistas, y su temática también mudó a los paisajes y al retrato de la realidad que veía a su alrededor.




Económicamente, Edward S. Curtis tenía la asistencia a su familia asegurada, tras su matrimonio en 1896 con Clara J. Phillips, curiosamente, una joven amiga que le había cuidado durante su convalecencia durante su accidente como leñador, y con la que tuvo cuatro hijos.
Mas a su pasión por la fotografía, se unió otra: el montañismo, que compartió con una gran amiga de la familia Ella Mc Bride (quien también devino en gran fotógrafa). Ese afán por gustar de la naturaleza le convirtió, a su vez, en un activista, que luchó porque el monte Rainer fuera declarado Parque Nacional, que se consiguió.



Princess Angeline

La primera vez que Edward S. Curtis realizó el retrato de una nativa americana, una anciana, llamada Princesa Angeline, fue en 1895, y le valió el reconocimiento general y numerosos galardones.

Esa fama hizo que George Bird Grinnell, que era un especialista en la cultura de los nativos norteamericanos, y Clint Hart Merriam, cofundador de la National Geographic Society, con los que coincidió en una excursión fotográfica, le avalaran para ser contratado como fotógrafo oficial en 1899, en una expedición científica a Alaska.
Un año mas tarde, e invitado por Grinnell visitó la Reserva Piegan en Montana, con la finalidad de fotografiar la Danza del sol. Fue este encuentro crucial en la evolución posterior de su obra fotográfica, pues pudo tomar conciencia y contacto, en persona, con todo lo que significaba la forma de vida de un pueblo, de su ética y de su mundo espiritual, quedando fascinando para siempre.
De esta forma, Edward S. Curtis empezó a pasar gran parte de su tiempo en las tribus existentes en el país, entre ellos, los navajos, los apaches y los hopis.




Mas el tiempo que ocupaba en este menester lo restaba de la dedicación a su familia, y pese a que su esposa se ocupaba de llevar el estudio fotográfico, que era financiado con lo que Edward ganaba con su trabajo como reportero, lo cierto es que la economía de la familia empezó a flaquear e igualmente se vio resentida la relación familiar.
No obstante, Edward S. Curtis no era un hombre que se detuviera ante la dificultad y para poder llevar a cabo su proyecto, tocó diversas instituciones con la finalidad de obtener financiación hasta que la consiguió del magnate John Pierpont Morgan, a la sazón banquero, y uno de los hombres mas ricos del mundo.
Con la finalidad de conciliar su vida familiar, Clara y sus hijos le acompañaron al territorio navajo, en Nuevo México. Ello no impidió que el matrimonio terminara por separarse en 1909, divorciándose en 1916, mas su hija Beth fue la única que siguió acompañando a su padre y ocupándose de él y de su precaria economia.



Un hecho curioso es la amistad que Edward S. Curtis desarrolló con el director de cine Cecil B. DeMille, llegando al punto de trabajar como ayudante de cámara durante la primera versión de "Los diez mandamientos". Con "Buffalo Bill", la película protagonizada por Gary Cooper, la cámara de Curtis también tuvo su intervención, e incluso en las películas del conocido como "Tarzán".
Es mas, Curtis dirigió su propia película, un documental bajo el nombre de "In the Land of the Head Hunters", rodado en el año 1914, en la isla canadiense de Vancouver, y que mostraba las costumbres de los indios kwakiutl.




Los continuos viajes y las estrecheces económicas que, a lo largo de su vida, tuvo que soportar en el recorrido por tan diferentes territorios, adaptándose, evidentemente, a las costumbres de los indígenas, fueron mermando la salud de Edward S. Curtis, muriendo con 82 años, en 1952 de un ataque al corazón, y en la casa de su hija Beth (la que fuera su esposa, Clara, había fallecido, con anterioridad en 1932).
Sus restos están enterrados en el Forest Lawn Memorial Park en Hollywood Hills.




La obra de Edward S. Curtis debe ser reconocida por su mas que magnífica calidad artística, amén evidentemente por el testimonio que nos ofrece de lo que se consideró siempre el "Lejano Oeste". 
Curtis destacó, a nivel artístico, relacionando su fotografía con la corriente pictorialista, amén de que también retocaba las fotos. 
Y precisamente son varias las colecciones que cuentan entre sus fondos con obras de este gran artista y fotógrafo, entre ellas, la Curtis Library en la Northwestern University, el Archivo Curtis de la Biblioteca del Congreso, el Archivo Charles Lauriat, el Peabody Essex Musseum, y el Archivo de Música Tradicional de la Universidad de Indiana.




Con toda esta cantidad de referencias, mucho tenemos por conocer, y disfrutar de la obra de este gran hombre y artista, que podemos decir, sin lugar a dudas, vivió para su profesión, que era su pasión: la fotografía del Lejano Oeste Americano.


Tres Caballos

Por supuesto, el Museo Thyssen-Bornemisza, de Madrid, nos espera a todos, no solo con Edward S. Curtis, sino con un apasionante recorrido por esa singular exposición "La ilusión del Lejano Oeste".



Museo Thyssen-Bornemisza. Madrid

BUEN DÍA A TODOS

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Directorio Hispano de las Artes

Fuentes: Wikipedia.
Capital ARTE.
Cultura. El Mundo.
El Pais. Archivo



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