sábado, 23 de septiembre de 2017

SOBRE EL AMOR Y OTRAS RUTINAS.



SOBRE EL AMOR Y OTRAS RUTINAS.

Todos los seres humanos conocemos de la necesidad, en mayor o menor medida, de ser aceptados por los demás, de ser queridos, y sobre ello va la amistad o el amor.
Cuando es el amor el que nos toca, sentimos una emoción que trastorna y altera la que viene a ser la rutina de nuestros días, pues todo empieza a girar en torno a la persona objeto de esa atracción. Una atracción que, en gran medida, lo es física, pues no creo que sea posible la existencia de un amor sin sexo.
Es por ello que, en ocasiones, magnificamos lo que venimos a considerar amor sublime cuando, en puridad, prima un deseo físico que con el tiempo debe de ser satisfecho, pues, caso contrario, ese amor tiende a convertirse en algo inalcanzable, y en cierta medida, nos condiciona para renunciar a él, por no estar “hecho a nuestra medida”, para nuestro gozo y disfrute.
Con la amistad ocurre algo muy diferente, no existe atracción sexual, pero sí que existe un más que interés por conocer a la persona que nos llama la atención por determinados aspectos de su carácter, educación,  genialidad, sencillez, bondad, en definitiva, por todo lo que configura su personalidad.

Son muchas las personas que afirmarían no poder vivir sin amor, y mucho menos sin amistad, más mi pensamiento que tanto suele debatir y tratar el estudio de las emociones (tengo el hábito de penar a menudo, otra cosa es que piense bien), me ha llevado a la conclusión de que el amor que se vive en los primeros años de una relación evoluciona y mucho a lo largo del tiempo, y en el peor, o “mejor” de los casos, termina, acaba… porque ha estado siempre asociado a la atracción sexual, y ésta se desvanece.
Hay parejas que continúan juntas durante el resto de sus vidas, tal vez por comodidad, por motivos sociales o económicos, por el sencillo hecho de que no saben que otro camino tomar, cuando por el que aún transitan no les supone un duro malvivir.
Otras parejas rompen y cada una de las partes reinicia su vida,  bien en soledad, bien junto a otra persona, pero, en muchos casos, la historia vuelve a repetirse, salvo que el factor tiempo pues lo impida.

En cuanto a la amistad, quizás hayamos puesto demasiadas esperanzas en los amigos, nuestro círculo de personas allegadas que podemos ver a diario, o incluso, no verlas, pero mantener cierto contacto.
La amistad, como toda relación que exige del concurso voluntario de dos o más personas, es algo más que necesario para muchos individuos, quizá no tanto para otros, que consideran suficiente una relación personal sin demasiadas exigencias a la hora de no compartir tiempo, ni espacio, y por supuesto, tampoco confidencias.

Woody Allen ha basado toda su filmografía en el conflictivo mundo de las emociones: el amor, la amistad, el odio, la venganza, y elementos que intervienen por sorpresa, como el azar o la suerte. Es curioso oír a este director/actor interpretar el papel que él bien ha escogido porque siempre rezuma disquisiciones sobre aspectos de las relaciones interpersonales y de qué manera afecta al futuro, una decisión sobre una persona basada en la emoción que crea en cada uno de nosotros.
Más nunca el amor triunfa, en todo caso, sobrevive a una conmoción de los sentimientos, y deja “tocados” a aquéllos que lo han conocido.

Es por ello que son muchos los aficionados a las películas de amor, o a las novelas y relatos en las que el tema gira en torno a dicho sentimiento, porque nos sigue resultando incomprensible, pese a todas las “pruebas” que los seres humanos hayamos vivido en dicho sentido cómo funciona eso que viene a llamarse “amor”.
En cuanto a la amistad pensamos que es el eje fundamental que une a las personas, y puede que lo sea hasta que un día descubres que estás solo/a, porque nadie pronuncia tu nombre sin esperar algo a cambio.


Mi recomendación es ver películas de Woody Allen, no despejarás dudas, pero te reirás un buen rato….

Rosa Freyre.

Fotograma: Manhattan
Woody Allen

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