La personalidad y la obra de JULIO GONZÁLEZ PELLICER, contemporáneo y amigo de Pablo Picasso, nos lleva a considerarle como uno de los artistas modernos, dentro de la escultura, más importantes de la primera mitad del siglo XX.
Su principal aportación es convertir el hierro en un material artístico, consiguiendo formas del todo innovadoras.
Nacido en Barcelona en 1876, en el seno de una familia de orfebres catalanes, sus inicios fueron inevitablemente en el taller familiar; no obstante, en la voluntad de Julio González P. estaba la de ser pintor, por lo que se trasladó, junto a su hermano Joan, a París en 1900, donde conoció a Pablo Picasso y a Pablo Gargallo.
Más el fallecimiento de Joan sumió a Julio G. en una profunda depresión y hacer aún más patente su ya naturaleza introvertida.
Durante la Primera Guerra Mundial trabajó en la factoría de la "Soldadura Autógena Francesa" lo que le decidió a dedicarse a la escultura a la que aplicaría sus conocimiento en orfebrería y la técnica empleada en la soldadura, sirviéndose del hierro como materia prima.
Sus primeros trabajos nos ofrecen dos diferentes temáticas, como son las naturalezas muertas y las máscaras. En las naturalezas muertas observamos una influencia del cubismo, en tanto en las máscaras, es el arte africano el que le sirve de fuente de inspiración.
Es a partir de 1929 y con las series El beso y El sueño, cuando Julio González Pellicer rompe con esa influencia cubista y se sumerge en la técnica de la abstracción; no obstante, en su obra se advierta una continua y ambivalente relación entre abstracción y figuración.
En esta década de los años 30 nos ofrece lo mejor de su producción, sirviéndose de planos pulcros, líneas definidas y haciendo un esfuerzo, recompensado, por establecer un nexo entre la materia y el espacio.
Julio González Pellicer puede ser considerado como un auténtico revolucionario de la escultura contemporánea, un artista que elevó la escultura a los tiempos modernos, siendo la suya una trayectoria incansable hasta el final de sus días, cuyo resultado fue una obra vigorosa, contundente, que allanó el camino para otros grandes artistas de la categoría de Oteiza o Chillida.
Su dominio prodigioso en la forja del hierro se ve resaltado en sus figuras esqueléticas, lineales y puras.
Desde piezas pequeñas hasta esculturas de grandes dimensiones su trabajo nos ofrece la muestra de cómo se puede captar sentimientos, "forjando" materiales tan fríos y duros como el hierro: solo una naturaleza de una delicada y profunda emoción es capaz de concebir tan deliciosa obra maestra.
La inmensidad de su aportación artística está distribuida por diferentes y variados museos como el Museu National d´Art de Catalunya de Barcelona, o el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, en Madrid, el Centro Georges Pompidou de París.
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