Definir con pocas y sencillas palabras la calidad artística y la magnificencia de la obra de ALBERTO DURERO resulta del todo difícil, prácticamente imposible.
ALBRECHT DÜRER fue un artista alemán de genio precoz, que conoció de la fama y de la gloria en vida, principalmente por lo que respecta a su obra gráfica, estando considerado como el primer artista moderno del norte de los Alpes, rompedor por lo que respecta a la herencia germánica y gótica a fin de ofrecernos su particular modernismo tanto desde el punto de vista iconográfico como en el plano de la composición y de la plástica.
Es así que con Alberto Durero sabemos del tránsito del estatus del conocido como artesano de la Edad Media al de pintor humanista y clásico del renacimiento.
La formación de Alberto Durero, hijo de orfebre y ahijado de Anton Koberger, uno de los más importantes impresores y editores de Alemania se consolida gracias a los dos primeros y también al humanista y poeta Wilibald Pirckheimer, del que fue amigo durante toda su vida y al que conoció cuando empezó a acudir a una escuela de latín, y al pintor e ilustrador de libros de Nuremberg, su ciudad natal, Michael Wolgemut. Todos ellos juntos y por separado conformaron el proceso creativo de Alberto Durero, amén, por supuesto, de su personalidad.
Durero fue un artista perfectamente consciente de su talento, con una mentalidad del todo abierta a las ideas humanistas del renacimiento; es así como su obra destaca por su virtuosismo, esa capacidad de llevar a cabo una reproducción minuciosa, unida a la concepción de un arte objetivo y que puede considerarse del todo erudito, con el que viene a conseguir una representación exacta del mundo en el que vive y que detenidamente observa. Es todo ello, sin lugar a dudas, consecuencia del nexo que siempre empleó: unir la vida y el arte.
Su capacidad intrínseca para asimilar el arte europeo y lo que es aún más sobresaliente si cabe, es su capacidad de reinterpretarlo, añadiendo a sus composiciones elementos que nos evocan esquemas neerlandeses e italianos.
Su pintura abarca fundamentalmente temas bíblicos y retratos, al óleo sobre madera, si bien también trabaja las acuarelas y aguadas de paisajes y animales, grabados y dibujos.
El perfeccionismo de su obra se aprecia en la aplicación de las leyes de la proporción y de la perspectiva que las complica aún más al situar el punto de fuga en diagonal. Los que son los planos posteriores bien de arquitecturas o paisajes nos dan la impresión de tener "vida propia".
Con independencia de las diferentes obras que podréis observar a continuación, hago una especial mención a un cuadro que me ha llamado poderosamente la atención y que responde al título de VISTA DEL VALLE DEL ARCO EN EL TIROL -lápiz, tinta y acuarela sobre papel-, y que se encuentra en el Museo del Louvre de París.
Nada más acertado afirmar que Alberto Durero sentía una profunda atracción por la naturaleza que le rodeaba, lo que le llevó a estudiar con gran precisión las figuras de animales y plantas, siendo numerosas acuarelas cuyo único tema es el paisaje.
En "Vista del Valle de Arco en el Tirol" participamos de una perfecta representación de la localidad de Arco, situada en el norte de Italia, y para ello Durero se sirve de una iluminación uniforme, en la que no encontramos ningún efecto atmosférico, por lo que toda la visión del espectador se sitúa en la montaña, la naturaleza y la arquitectura. Pese a su pequeño tamaño que no lo parece a simple vista, denota una singular monumentalidad.
Este trabajo es una muestra más de hasta qué punto Alberto Durero fue un adelantado a su tiempo, pues estos paisajes, del todo libres y puros, son un anticipo de las creaciones paisajísticas de los siglos XIX y XX.
Disfrutad con esta belleza y con toda la obra de ALBERTO DURERO, de la que os inserto una mínima muestra, eso sí, extraordinaria, como todo su ARTE.
EL CABALLERO, LA MUERTE Y EL DEMONIO
EL MARTIRIO DE LOS DIEZ MIL CRISTIANOS
DICCIONARIO DE ARTE. Ian Chilvers.
MAESTROS DE LA PINTURA. Patricia Fride R. Carrasat. Larousse
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