El éxito de un/a artista no sólo viene condicionado por su capacidad artística, sino que en muchas ocasiones ese reconocimiento resulta mermado e incluso eclipsado por la persona con la que se comparte la vida, en el caso de JOSEPHINE VERSTILE NIVISON el hecho de ser la esposa de EDWARD HOPPER le supuso ser relegada a un segundo plano.
Más toda realidad se impone y la obra artística de Jo Verstille resulta más que apasionante, no ya sólo como pintora sino por ser la musa, la mujer que aparece retratada en prácticamente todos los cuadros de Edward Hopper.
JOSEPHINE VERSTILLE NIVISON nació en Manhattan el 18 de marzo de 1883 y falleció el 6 de marzo de 1968, en el seno de una familia de clase modesta, cuyo padre, profesor de música, nunca tuvo sentimientos paternales para con sus tres hijos, según manifestó en su momento la propia Jo, la mediana de los hijos -el mayor murió siendo un niño-. Sí que es cierto que en la familia se vivía cierto espíritu artístico lo que llevó a la joven Jo a estudiar artes en la Norman College de la ciudad de Nueva York, y posteriormente, en la Escuela de Artes de la misma ciudad, donde conoció a Robert Henri, quien le pidió posara para uno de sus cuadros (The Art Student, 1906).
Sus inicios en la pintura lo fueron como profesora en una escuela pública, y así durante una década esa fue su fuente de ingresos, si bien nunca abandonó el mundo del arte manteniendo contacto con muchos artistas.
Durante la Primera Guerra Mundial participó activamente en la Cruz Roja, dejando de lado su trabajo como profesora, más cayó enferma y como consecuencia del tiempo transcurrido desde que abandonó su puesto, a su regreso lo había perdido. Es así que se encontró un escenario en el que carecía de trabajo y de dinero.
Gracias a la ayuda del sacristán de la Iglesia de la Ascensión, quien la encontró un día llorando, consiguió un trabajo como profesora, lo que le permitió continuar con sus estudios artísticos.
De esta forma la joven Jo Verstille volvió a recuperar no sólo su capacidad económica, sino también el poder introducirse en diferentes círculos de jóvenes pintores; ello trajo como consecuencia que la publicación de diferentes dibujos suyos en publicaciones como el New York Tribune, el Evening Post o el Chicago Herald y sus cuadros empezaran a exhibirse en exposiciones colectivas junto con otros grandes artistas como Picasso, Modigliani o Man Ray.
Jo Verstille Nivison reencontró a EDWARD HOPPER en 1914, pues ya se habían conocido con anterioridad en la escuela de arte, y lo que en principio comenzó como una mera amistad, terminó en una relación amorosa que se fraguó en tanto ambos vivían en una colonia de arte en Gloucester, Massachussetts, en 1923. Un año más tarde se casaría el 9 de julio de 1924 y duró hasta el fallecimiento de Hopper en 1967.
Lo curioso es que por entonces, Jo Verstille era más que conocida en los círculos artísticos entre los que se movía y Hopper era prácticamente un desconocido.
Desde que se inicia en su vida de casada Jo abandonó su labor pictórica para convertirse en la modelo de prácticamente la totalidad de los cuadros de Edward, y la trayectoria de ambos da un giro de 180 grados, en tanto éste concentrado en la acuarela, por iniciativa de su esposa, comienza a ganar en color, y Jo fue perdiendo su esencia, hasta el punto de que el reconocimiento del público y galeristas empezaría a serlo para con el hombre con el que se casó.
Josephine Verstille Hopper fue durante cuarenta años la compañera de Edward Hopper, si bien la relación entre ambos era más que complicada, tal y como la propia Jo nos relata en sus diarios, en los que constata lo dura que era la vida en común, peleas, e incluso, agresiones físicas, llegando a instalar en su estudio de Nueva York una puerta que dividía la estancia, si bien mediante una ventana acristalada podían verse el uno al otro.
En gran medida la actitud de Edward Hopper para con la mujer que le ayudó a ser el artista que todos conocemos fue de una tal ingratitud, llegando a considerarla una mera modelo de su trabajo; no obstante, Jo aceptaba ese trato y con gusto accedía a ser la joven desnuda que mira soñadora a través de una ventana, o la pelirroja sentada sola en una cafetería nocturna; en definitivo, Edward Hopper hizo de Josephine Verstille no ya la musa, sino la actriz de sus "historias".
Esa entrega absoluta nunca se vio recompensada, pues en tanto Jo apoyaba totalmente el trabajo de Edward, éste siempre le hacía todo tipo de reproches.
"Jo painting" (1936), Edward Hopper
Pese a ello Josephine Verstille Hopper nunca abandonó definitivamente el ejercicio de la pintura, ya que participaba en ocasiones en diferentes exposiciones, si bien debido al éxito de su marido, la crítica dejó de prestarle el suficiente interés.
En la obra artística de Jo nos encontramos con diferentes motivos que posteriormente serían de especial importancia en la obra de Hopper, si bien su posterior olvido lo fue en parte porque éste se oponía radicalmente en apoyarla, es más llegó incluso a burlarse y denigrar sus trabajos.
Toda una vida dedicada al reconocimiento de la obra del que fuera su marido, quien falleció en 1967 y Jo legó todo su patrimonio artístico propio y el de su esposo al Museo Whitney de Arte Estadounidense.
Josephine Verstille Hopper falleció un año después del que fuera su esposo.
Muchas de las obras de Jo permanecieron en el sótano de esta institución, y fue gracias a la labor de la escritora Elizabeth Thompson Colleary la que reavivó, en el año 2000, el interés por parte de la crítica y el público hacia la figura artística de JOSEPHINE VERSTILLE.
Evidentemente esta valoración personal de la calidad artística del trabajo de la protagonista de este artículo lo está muy por encima de su figura como esposa y musa de Hopper, sino como pintora eclipsada, en gran medida, por Edward Hopper, quien como suele ocurrir en muchos casos que conocemos a lo largo de la historia, se repite el siempre denominador común de los "celos" y el deseo de eclipsar a quien podría haber sido mejor que tú.
En el caso que hoy ocupa este espacio se repiten situaciones que conocemos de otros grandes genios, como Rodin y Camille Claudel, Vassily Kandinsky y Grabrielle Munter, Jackson Pollock y Lee Krasner, Robert y Clara Schumann, Walter y Margaret Keane, e incluso el gran Picasso, cuya actitud para con las mujeres todos conocemos; en nuestro país, España, Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí, y no podemos olvidar el singular caso de María Lejárraga que escribió gran parte de la obra de su esposo Gregorio Martinez Sierra.
No todas las situaciones son las mismas, ni podemos decir que quien obtuviera el reconocimiento no lo merecía, pero sí que es del todo acertado afirmar que muchas grandes mujeres han permanecido desconocidas/eclipsadas para el mundo del arte por la actitud de quienes eran sus parejas sentimentales.
Uno de los grandes retos del mundo no ya sólo del ARTE, sino de la vida misma es el hecho de que el papel de la mujer debe continuar siendo reivindicado en todos los espacios.
Fuentes:
https://www.lja.mx
https://es.wikipedia.org
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