Buen día.
Como es más que evidente, después de que hayan visto la luz más de dos mil artículos en este nuestro blog, me resulta en algunos momentos un poco difícil encontrar una temática que difiera de la que es habitual, si bien entre mi nutrida biblioteca y la información que todos podemos encontrar en el mundo de esta tecnología que inunda las redes sociales, siempre doy con un tema que me apasiona.
Ese es el caso del que vamos a conocer hoy, un poco en profundidad, el conocido como KINTSUGI, (que en japonés se traduce como carpintería de oro) o bien, tambien KINTSUKUROI (en japonés: reparación de oro).
Y no hay nada más cierto como la gran diferencia que existe con occidente, donde cualquier objeto tiene una vida útil escasa, en tanto no se rompe, en cuyo caso va a la basura.
En cierta medida, conforme la sociedad occidental va avanzando en el tiempo todo lo que la rodea se vuelve desechable, por la sencilla razón de que las personas no nos paramos a pensar en si existe la posibilidad de reparar o recomponer algo que se estropea, y en la mayoría de las ocasiones lo desechamos y pasamos a comprarnos un objeto más o menos idéntico nuevo.
Y ello no sólo abarca al mundo de las cosas, sino al de las personas, empeñadas en no sucumbir ante el paso del tiempo, pretendemos que el espejo nos ofrezca siempre la misma imagen, y para ello entre nuestras prioridades no está una mejor calidad de vida, sino en que esa vida sea vista por los demás, y por uno mismo, con las formas estéticas más atractivas, de ahí la gran profusión de operaciones de estética, el uso de medicamentos que nos hacen mantener un ánimo exaltado, sin dar tregua a episodios de tristeza -que son del todo necesarios-; así mismo, los gimnasios y academias en los que se imparten todo tipo de disciplinas para el cuerpo y la mente -éstos son menos- están repletos de individuos que intentan permanecer inalterables, sin tener en cuenta que el tiempo se mide para todos por igual.
En oriente, y concretamente, en Japón, cuando se reparan los objetos rotos, lo hacen enalteciendo lo dañado y rellenándolo con oro, pues se piensa que ese objeto roto tiene su propia historia, que de esta forma se nos ofrece del todo hermosa.
Es así que se conoce como KINTSUGI al arte tradicional japonés de reparación de la cerámica rota que lo es con un adhesivo fuerte y rociado, a continuación, con polvo de oro.
De esta manera, el objeto no ha sido sólo reparado sino que es aún más fuerte y sólido que lo era inicialmente. Y no es cuestión de tapar los agujeros y grietas, de hacer que desaparezcan, sino todo lo contrario, se acentúan, pues son éstas las que nos relatan una historia.
Precisamente, este delicioso arte hace, en innumerables ocasiones que, piezas inicialmente con un valor determinado, vean como ese valor se acrecienta.
Por lo que respecta al conocido como KINTSUKUROI es también arte de reparar pero usando laca de oro o plata. Y es precisamente, la facultad de devolver a estos objetos su funcionalidad, de volver a hacerlos útiles es lo que les hace más hermosos.
Y si todo esto lo trasladamos al mundo del ser humano, pues son muchas las ocasiones en las que nos rompen el alma, el corazón, nos destrozan, o nosotros mismos somos los artífices de nuestra desgracia. Es del todo valioso el recomponerse, el empezar desde cero, volver a sonreír a la vida y reencontrarse con uno mismo; es así como el individuo descubre su fortaleza, su capacidad de saberse útil y necesario. Todas las pruebas por las que las personas pasamos a lo largo de nuestras vidas son como pequeñas cicatrices que de la misma forma se observan en una vasija recuperada, son pruebas de nuestra resiliencia.
La historia del KINTSUGI debemos buscarla hacia finales del siglo XV, en tiempos del shogun, Ashikaga Yoshimasa, quien envió a China dos de sus tazones favoritos con la finalidad de que fueran reparados.
Es así que fueron reparados, mas volvieron con grapas de metal, que les volvían poco agradables a la vista. Fue entonces que el shogun se decidió por buscar a unos artesanos japoneses que llevaran a cabo una reparación más delicada, convirtiendo ésta en arte.
Para el pueblo nipón lo que se repara ofrece un cambio irreversible, pero que gracias al trabajo y a la sutileza en la dedicación, convierte al objeto aún más bello si cabe, siéndolo siempre a mejor.
Fue Ernest Hemingway el que dijo en cierta ocasión: "El mundo nos rompe, y luego algunos se hacen más fuertes en las partes rotas".
Evidentemente, siempre debe existir en todos y cada uno de nosotros la capacidad de volver no a ser nosotros mismos, tal como éramos, sino a ser mejores, con la huella de esas cicatrices que nos recuerdan nuestro pasado y nos hablan de todo lo que hemos conocido y aprendido en el camino.
Blog incorporado al
Directorio Hispano de las Artes
Fuentes: www.eldefinido.cl/actualidad.
https//mundoconsciente.es
wikipedia.
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