Hoy viajamos en el espacio y en el tiempo pues nos desplazamos hasta la ciudad de Palermo (Sicilia), en el sur de Italia y dedicamos este espacio a descubrir un lugar cuya historia data de hace casi cinco siglos: las conocidas como CATACUMBAS DE LOS CAPUCHINOS.
Estas singulares galerías fueron excavadas hacia finales del siglo XVI, sirviéndose del estilo gótico y con bóvedas de crucería, partiendo de una Orden de Hermanos Menores Franciscanos que en 1534 construyeron un monasterio en las afueras de la ciudad de Palermo; debido a que el cementerio quedó prácticamente sin espacio a finales del siglo XVI, los monjes decidieron la construcción de una cripta situada en el subsuelo del monasterio. Es así que en 1599 el primer cuerpo que ocupó la misma fue el del hermano Silvestro de Gubbio que se momificó de forma natural; ello hizo que los posteriores enterramientos no fueran tales sino que los cuerpos empezaron a ser expuestos en hornacinas todos ellos colocados alrededor de las paredes del corredor de las catacumbas.
La cripta está formada por cinco pasillos; el primero y más antiguo corresponde a los frailes capuchinos, todos ellos momificados con su hábito, el siguiente es el que se dedicó a los sacerdotes, con sus correspondientes ropas engalanadas -curiosamente, en este mismo corredor o pasillo se encuentran los cuerpos momificados de jóvenes que fallecieron vírgenes-; el llamado corredor de los profesionales está ocupado por las momias de personas que ejercían profesiones como abogados, maestros, artistas, soldados...-entre ellos, el pintor Velázquez, los escultores Filippo Pennino y Lorenzo Marabitti y el cirujano Salvatore Manzellla-; si nos adentramos hacia uno de los extremos de este pasillos nos encontramos como los cuerpos de niños momificados. Uno de los lugares más deliciosos es la Capilla dedicada a Santa Rosalía
No obstante, con la finalidad de que el mantenimiento de los cuerpos permaneciera momificado, previamente debían ser sometidos a un proceso de deshidratación y extracción de todos los órganos, posteriormente eran lavados en vinagre y rellenados con paja; algunos de ellos fueron embalsamados, otros sencillamente situados en sus respectivas vitrinas protegidos por un cristal, eso sí, siempre vestidos con sus ropajes que empleaban habitualmente.
Si bien inicialmente este tipo de "enterramiento" -que no era tal- lo era exclusivamente para los monjes que vivían y morían en el Monasterio, a finales del siglo XVIII fueron muchas las personas que pagaban por ser enterradas en dicho lugar, por su carácter de lugar sagrado; ello trajo como consecuencia que los corredores de las catacumbas fueran ampliados a fin de atender a las numerosas peticiones que procedían, sobre todo, de personas adinerada, lo cual contribuía al mantenimiento no ya sólo de este espacio, sino también del monasterio.
Esta costumbre continuó durante casi dos siglos, más en 1837 el propio gobierno prohibió que se continuara con dicho tipo de enterramiento, pese a lo cual se incumplió la prohibición y siguieron recogiendo peticiones de sepultura hasta el año 1837. Dos excepciones de esta regla fueron los enterramientos a principios del siglo XX: en 1911, el de Giovanni Paterniti, a la sazón vicecónsul de Estados Unidos, y el segundo, el de una pequeña, en 1920, la niña Rosalía Lombardo.
A día de hoy, la momia de la niña Rosalía Lombardo es una de las más vistas por todos los que llegan hasta estas singulares catacumbas, pues están consideradas como uno de los atractivos turísticos más visitados de la zona; la pequeña, nacida en Palermo el 13 de diciembre de 1918, falleció a consecuencia de una neumonía dos años más tarde, y su cuerpo se conserva intacto, tanto es así que da la impresión de que está durmiendo.
Curiosamente, el tema de la muerte fue siempre tabú en Sicilia, así como en muchas otras ciudades no sólo italianas, sino del resto del mundo, más a raíz de las distintas investigaciones llevadas a cabo sobre este lugar, las personas van concienciándose de que la muerte forma parte de la vida, algo que en muchas culturas se considera del todo normal, principalmente en Oriente.
Cada año este lugar recibe unas 40.000 visitas, en ocasiones personas atraídas por la curiosidad, lo macabro o también como una forma de reflexionar sobre la muerte.
No se trata sólo de un espectáculo, sino de una parte de nuestra historia de conocer la forma de pensar y actuar de aquellos que nos precedieron, un total de 8.000 momias nos transportan en una visión que algunos podrían considerar espeluznante y que para otros es una forma de entender la finitud de nuestra existencia.
National Geographic. Historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario