La extraordinaria estatua que hoy es protagonista de este artículo está considerada como una de las más grandes obras de arte del Egipto Antiguo; evidentemente, se trata del conocido como EL ESCRIBA SENTADO que podemos contemplar en el Museo del Louvre, en París.
Y pese a su pequeño tamaño esta obra de arte es de una excepcionalidad total, pues en ella se reúne todo lo que de maravilloso abarca el arte egipcio y los símbolos que acompañan al escriba, su datación es hacia el año 2.450 a.C.
La estatua en cuestión fue encontrada en la necrópolis de Saqqara, que está ubicada en la ribera occidental del Nilo, frente a la que fuera antigua ciudad de Menfis. Estaba situada en lo que era la capilla de culto de una tumba, por lo que el escriba en cuestión "participaba" en las ceremonias que se le hacían al difunto, ya que su labor era de carácter funerario.
Nos encontramos ante una estatua frontal, algo del todo común entre lo que son las estatuas egipcio; el escriba aparece sentado y con las piernas cruzadas sobre una base negra, apuntando al hecho cierto de que su actividad es la de escribir, pues en una de sus manos porta un papiro blanco y en la otra se supone que en algún momento pudo llevar algún elemento que le sirviera para escribir, probablemente un cálamo.
Espectacular resulta el hecho de que incluso hoy en día conserve prácticamente su policromía original; su cuerpo fue esculpido en caliza y sus ojos tallados en cristal de roca, cuarzo blanco y ébano, y enmarcados por unas cejas muy bien definidas.
Su rostro nos muestra una expresión tranquila, serena y atenta, destacando sus pómulos y mejillas, así como sus labios, extremadamente finos. Todo está tallado con especial cuidado, pese a que su postura resulta un tanto hierática, es curioso observar cómo aparecen pliegues en su vientre, y también que sus pezones fueron realizados en madera.
El realismo de la figura nos llama poderosamente la atención, y ello pese a que su tamaño es de sólo 53,7 cm.
Se conoce de la existencia de otras estatuas que también representan escribas sentados, pues la profesión de escriba era bastante frecuente en el antiguo Egipto, ya que eran los responsables de inscribir, copiar y clasificar, para lo cual se servían de diferentes tipos de escritura, con la finalidad de hacerlo lo más rápidamente posible; dada la especial educación que habían recibido eran escogidos de entre los miembros de la familia real.
El que todos conocemos como EL ESCRIBA SENTADO data de una época en la que en Egipto la civilización se encontraba en su máximo apogeo, habiendo pasado la etapa de la construcción de las pirámides; y es curioso señalar que la altura de esta estatua es prácticamente equivalente a la medida de un codo egipcio, medida usual de longitud durante la época faraónica.
La existencia de esta extraordinaria obra de arte y el hecho de que haya llegado hasta nuestros días viene a hacernos pensar en el hecho cierto de la importancia y singularidad de la civilización egipcia, de su sociedad y de los medios de que disponían para el desarrollo de lo que fue todo un Estado y su papel en el mundo.
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