Hace apenas tres años que PIERRE LE- TAN nos abandonó, pero su obra artística perdura y sigue vigente; si su trabajo adquiere la categoría de excepcional, lo es en base a su forma de entender el arte, mezcla de dos mundos radicalmente opuestos: oriente y occidente.
Nacido en París en 1950 de madre parisina y padre indochino, el pintor Le-Pho, quién se trasladó a Europa con la finalidad de conocer la tradición pictórica flamenca y renacentista y acabó instalándose en París, donde nacería su hijo.
Es así cómo el trabajo de PIERRE LE- TAN se manifiesta, tanto en la pintura, la ilustración y el dibujo a través de una mirada que viene a combinar la figuración más moderna, de la que es la línea clara de Hergé y la sofisticación y delicadeza del mundo oriental.
Los dibujos de Le- Tan encierran un refinamiento partiendo de una mirada oriental que nos acerca a un mundo poblado por intrigas y desolación. Como gran ilustrador que fue sus obras han sido publicadas por The New Yorker, Vogue Décoration o The World of interiors, a la vez que como ilustración dentro de diferentes textos literarios.
No obstante, como escritor destacan dos obras, ambas ilustradas, que nos recuerdan su especial vinculación, a razón de sus portadas, con Patrick Modiano, la publicada en 1996, con el título Carnet tangerois, teniendo como escenario el Tánger más cosmopolita y una serie de personajes del todo originales; y la más que deliciosa París de ma jenuesse, editada en 1988, y cuya edición publicada en 2019, que el propio Le- Tan estaba corrigiendo poco antes de fallecer; un extraordinario paseo parisino por los lugares tanto geográficos como anímicos de su infancia y juventud, los bulevares, ambientes, todo aquello que significó de enriquecimiento para su posterior trayectoria artística.
La obra artística de Le- Tan es toda ella de un delicioso recorrido nostálgico, como si su memoria quisiera vivir continuamente escenarios y recuerdos a los que adorna con especial refinamiento, y como ya he venido en indicar una mezcla de la cultura del siglo XX en lo que es su expresión más cosmopolita con la exquisita cultura asiática.
Y es que sus dibujos son en sí mismos relatos, no sólo son imágenes sino una forma de literatura que nos acerca a entender la vida y acercarnos a nuestro propio mundo interior. Es así que su estilo podría definirse como delicado y elegante, dotado de una mirada lírica de la que resulta un lenguaje propio, destacando fundamentalmente sus nocturnos, en los que las calles aparecen alumbradas por tenues farolas, los jardines nos llenan de inquietud y los paseantes se nos transforman en seres oníricos; todo ello no es más que un reflejo de ese profundo mundo interior que solo Le- Tan sabía rescatar y exteriorizar.
Un muerte temprana con sólo 69 años ha venido a dejar sin terminar la excepcional inquietud de este artista, más su legado es toda una joya irrepetible para el mundo del arte y sus admiradores.
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