domingo, 7 de febrero de 2021

LAS BEGUINAS.- EL RETO AL ORDEN ESTABLECIDO.

A lo largo de la historia las mujeres han tenido que luchar no ya solo por la equiparación de derechos con relación a los hombres, sino por algo tan sencillo como escoger o decidir sobre su forma de entender la vida; es así que durante la Edad Media una mujer solo podía optar entre el matrimonio o el monacato.

Fue en la diócesis de Lieja (Bélgica) donde un grupo de mujeres, en su deseo de vivir al margen del orden establecido,  crearon un nuevo movimiento, regido por nuevas reglas, en un mundo en el que el dominio lo ostentaban los señores feudales, reyes, así como obispos y papas.


Este movimiento encabezado por mujeres cristianas renegaron de las reglas patriarcales y crearon una serie de comunidades llamadas beguinas, la primera que se estableció fue hacia 1170, en la ciudad de Lieja, si bien esta forma de entender la vida se extendió por diferentes países como Alemania, Polonia, Francia, Austria y España.



Sus inicios fueron realmente difíciles, incluso una de las más conocidas Margarita Perote fue quemada en la hoguera, acusada de herejía; fueron perseguidas, incluso el Concilio de Vienne llegó a condenarlas como sospechosas de herejía, más ello no impidió su continuidad hasta llegar a nuestro siglo XXI, con el fallecimiento de la última de las beguinas, en 2013.


El modo de vida con el que este movimiento se identificaba era el "Ora et labora", que también era el de otras órdenes monásticas, como la de San Benito. Es así que si bien dedicaban parte de su tiempo a la oración, no querían la vida contemplativa, ni tampoco permanecer enclaustradas; gustaban de trabajar y ganarse su propio sustento, a la vez que ayudaban a los más necesitados.

Para convertirse en beguina no hacía falta condición alguna especial, tanto podía serlo una mujer bien posicionada económicamente, como una con escasos recursos, si bien se les exigía que no hubieran tenido conductas escandalosas y que fueran vírgenes; eso sí, sus votos de castidad y obediencia no eran de por vida, sino que, en cualquier momento, podían renunciar a ellos, y marcharse.

Asimismo, vestían con un largo traje y llevaban el pelo recogido y cubierto, dedicando su tiempo a diferentes actividades, entre ellas, el cuidado de enfermos y ancianos, así como el velar a los difuntos.  


Para las beguinas su guía espiritual era Cristo, lo que produjo un conflicto con la jerarquía eclesiástica ya que según ésta solo los hombres podían ser intermediarios entre los fieles y Dios.

Fueron muchas las beguinas que alcanzaron notoriedad a raíz de sus composiciones poéticas, en las que se ensalzaba el amor, un amor espiritual, reflejo del amor hacia Dios. Tal es el caso de Hadewijch de Amberes (s. XIII), cuyos versos eran de una maravillosa intensidad; o Matilde de Magdeburgo, quien siendo niña tuvo visiones místicas y abandonó a su familia y su holgada posición para unirse a las beguinas. Su obra más conocida es La luz resplandeciente de la Divinidad, escrita en lenguaje vulgar y en la que hacía una dura crítica política y de la Iglesia.


Beatriz de Nazaret fue entregada, al quedar huérfana de padre, a los cuidados de las beguinas de Léau; con el tiempo ingresó para recibir formación en el monasterio de Florival y consiguió terminar los llamados estudios del trivio -gramática, retórica y dialéctica-, así como los del cuadrivio -música, aritmética, geografía y astronomía-; con solo 15 años ingresó como novicia y con el tiempo aprendió el arte de la iluminación de manuscritos en el convento de la Ramèe. Beatriz de Nazaret llegaría a ser priora del convento de Nazaret, siendo la autora de un libro cuyo título es Siete maneras de amor.


Mas no todas las beguinas tuvieron una vida recompensada en función de sus ideales, pues en el caso de Margarita Porete, ya mencionada fue quemada en la hoguera acusada de haber escrito y difundido mensajes heréticos, cuando sencillamente era una defensora del amor de Dios. Sus pensamientos quedaron reflejados en un libro, el espejo de las almas simples.

Con carácter general las beguinas llevaban una vida de cierta reclusión; no obstante, algunas de ellas decidían hacerlo de forma extrema, conocidas como las emparedadas o empaladas, se encerraban de por vida en una celda adosada a una iglesia y vivían por completo alejadas del mundo.

En España, las beguinas fueron conocidas también como beatas como la castellana María García de Toledo, fundadora del beaterío conocido como Marigarcía, o la beguina Sança, la también beguina Elisabeth Cifré, quien fundó en 1510 la llamada Casa de la Criança, dedicada a la educación de niñas.


Con el paso de los siglos las beguinas vieron desaparecer su forma de vida, siendo la última de las beguinas conocidas Marcella Patjin, nacida en 1920 en el Congo belga, y que pasó gran parte de su vida en una comunidad de beguinas enclavada cerca de Gante. Con su muerte el 14 de abril de 2013 se puso punto y final a la historia de grandes mujeres que no aceptando las reglas establecidas por la sociedad, en función de su sexo, optaron por llevar una vida plena a tenor de sus propios deseos.

La última beguina



Fuentes:
Wikipedia.
CLIO. Historia.

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