Buen día.
Cada vez que me presento ante vosotros con un artículo sobre distinta temática, todos y cada uno de ellos se refieren al arte, por supuesto, y a la cultura, siendo abundantes las alusiones a la pintura, la escultura, la ilustración, la fotografía, y las mas que variadas expresiones artísticas.... Más la palabra, la palabra escrita, también es un arte, y cuando ese arte crea relatos o artículos tan inteligentes, tan simbólicos, bellísimos, siempre, y que nos hacen pensar, o simplemente, que nos llegan a entusiasmar con su lectura, ésta se convierte en un auténtico placer.
Esa es la sensación que me produce la lectura de todos y cada uno de los artículos de este mas que insigne poeta y gran literato que es Carlos Marzal, colaborador, en muchas revistas, especialmente, y que son las que suelo adquirir, de arte.
El último de sus artículos que he leído en la Revista CAPITAL ARTE, en el que es el numero 5, de su primer año de andadura literaria, es precisamente, uno de los que, hasta el momento, me han resultado mas elaborados, y aún así, sencillamente delicioso.
El propio Carlos Marzal, cerrando el número del mes de agosto/septiembre, y bajo el título "El coleccionista imaginario" nos habla, con estas sus palabras: "Lo mejor de la imaginación es que nos permite los caprichos que no podemos permitirnos. Mis adquisiciones solo tienen un límite: el no tener límite alguno".
Bajo esta premisa, Carlos Marzal nos ofrece un mas que extraordinario artículo, al que titula "LA CABEZA A PÁJAROS", que haciendo honor a su excelente literatura me permito el honor de hacéroslo llegar.
Después de su lectura, seguro que algo cambia en vosotros.
"A cierta edad, para tener conocimiento de los asuntos del mundo, conviene tener la cabeza a pájaros. La madurez, esa entelequia que ha forjado la gente madura (es decir, los individuos en camino hacia la pudrición psicofísica), es un placebo sentimental para soportar la decadencia. En vista del ejemplo que dan los individuos maduros, lo último que se le puede ocurrir desear a una persona relativamente sana es la madurez de los adultos. La cabeza es un misterio. La cabeza en su conjunto:como continente con su contenido. La cabeza: ahí arriba, coronando el tronco, ese armatoste mas o menos esférico, con sus cejas, con su pelo, con su nariz y con el resto de sus atributos. Qué artilugio tan raro, la cabeza. La cabeza es el asunto. La cabeza es el tema, el tema único.
La mente no es más que un negociado de la cabeza. Importante, porque contiene las listas, pero tampoco resulta nada del otro mundo. Necesaria, porque almacena la colección familiar de imágenes privadas, con las fotografías de los cumpleaños, de las bodas, y de las fiestas de Nochevieja, pero pare usted de contar.Útil, porque trabaja a jornada completa por una pequeña cantidad de azúcares y vitaminas disueltos en la sangre, pero a menudo se comporta como una empleada presuntuosa. La mente (con sus distintos sinónimos para referirnos a ella: el espíritu, la conciencia, la inteligencia, el alma) es la encargada de pensar y percibir, pero en vista de lo que perciben y piensan casi todos, tampoco es para tanto, tampoco es para vanagloriarse a toda hora de lo que la mente significa. La cabeza: he ahí la cosa. ¿Qué hace la cabeza en donde la cabeza suele estar? No lo sabe nadie: ni la cabeza, ni los cabezones de sus propietarios.
La cabeza cabecea, cabezonea, nos trae de cabeza, pero ¿qué quiere decir todo eso a fin de cuentas? No quiere decir nada, por más cabeza que queremos manifestar en esta encrucijada.
De manera que lo mas sensato que se le puede reclamar a una cabeza, llegados a cierta edad, consiste en que se tenga a sí misma a pájaros. A pájaros, por voluntad propia. A pájaros de manera consciente, no por ciencia infusa ni por influjo de la luna. Por vocación. Por destino. Porque desde pequeña ha soñado con jugar en ese equipo, por pertenecer a esa banda alada, grácil y enemiga de lo plúmbeo.
Veo pájaros. Pero no los veo como suelen verlos quienes no tienen la cabeza a pájaros: las criaturas terrestres, los alicortos, los incapaces de vuelo. Los veo con los ojos cerrados, dentro de mi cabeza. Porque el verdadero fin de la cabeza -esa es la gran intuición de mi filosofía, el eje de mi sistema epistemológico- estriba en albergar pájaros. Los veo volar y revolotear de un lado a otro, de una ciudad a otra de mi cabeza, de un árbol a otro, en el cielo diáfano de mis días impares y en la noche estrellada del desierto que hay en mi profundo Sur.
Tengo vencejos, y gorriones, y cóndores, y buitres leonados, y colibríes, y jilgueros, dentro de la cabeza. Cuando se me antoja los dejo libres y se van al aire con el aire, se van de vuelo, como yo estoy de vuelo mientras vuelan ellos.
Si no tienes pájaros en la cabeza, ¿qué es lo que tienes dentro? No tengas reptiles, no tengas mamíferos carnívoros. Hazme caso. Sé de lo que hablo. La cabeza no es lugar para hacer acopio de objetos peligrosos. Pájaros: eso sí. Lo otro no. De lo contrario te pudrirás. Te harás maduro. Recapacita".
BUEN DÍA A TODOS
EL COLECCIONISTA IMAGINARIO.
CARLOS MARZAL.
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