lunes, 14 de septiembre de 2015

MARIE LAURENCIN: TODAS LAS MUJERES......

Marie Laurencin


Buen día.
Comenzamos estos buenos momentos que pasamos juntos, vosotros, lectores y yo, como sencilla escribiente, no me atrevo con eso de escritora, con la presencia de una mujer excepcional, evidentemente, dentro del marco de la época que lo tocó vivir (finales del siglo XIX y mitad del XX): MARIE LAURENCIN.







Su obra pictórica nos sugiere un estilo mas que peculiar, fundamentalmente por el empleo de los colores, que lo hace de una forma suave y ligera, sus composiciones son delicadas, con la presencia de cuerpos femeninos, que nos evocan el Paris de los años 20. La presencia de las jóvenes con unas formas un tanto ingenuas, nos recuerdan a las del aduanero Rousseau, si bien en su producción podemos contemplar ciertos apuntes tomados del cubismo, y todo ello con una sensibilidad vibrante y una pureza singulares como elementos mas característicos.





Maria Laurencin nació en París el 31 de octubre de 1883 y fallecio el 8 de junio de 1956. Fue una mujer cuya obra abarca distintas expresiones, fue pintora, grabadora, ilustradora e incluso trabajó el retrato para Coco Chanel y Nicole Groult, amén de participar como decoradora en obras de ballet, para distintas compañias artísticas, entre ellas, la Opéra-Comique, La Comédie Française y para los ballets de Roland Petit en el Teatro de los Campos Eliseos. 
Su formación la llevó a cabo en el Lycée Lamartine, aunque en gran medida fue autodidacta; su asistencia a las clases nocturnas de dibujo en la Academia Humbert la pusieron en contacto con Georges Braque.




Fue gracias al  marchante de arte Clovis Sgot, en 1907, que la presentó a Picasso y todo su círculo, donde conoció a Guillaume Apollinaire, con el mantuvo un mas que tormentoso romance, que duro hasta 1913.
Un año mas tarde de romper su relación con Apollinaire se casó con el barón Otto von Wätjen.
Terminada la Primera Guerra Mundial la pareja se vino a España, donde estuvieron viviendo, primero en Madrid, y posteriormente, en Barcelona. Su amistad con Sonia y Robert Delaunay, que les fueron presentados por Francis Picabia, dio lugar a que Marie Laurencin compusiera poemas que fueron publicados en distintas revistas artísticas hacia 1917. Tres años mas tarde, se divorció de su marido, y regresó a Paris.



Su obra pictórica se extiende a la ilustración de trabajos de André Gide, Max Jacob, Saint-John Perse, Marcel Jouhandeau, e incluso Lewis Carroll.
Su fallecimiento lo fue a los setenta años, en su casa de Paris, como consecuencia de una enfermedad cardiaca.




Marie Laurencin fue la protagonista de un artículo que apareció en "El Cultural", de el periódico "El Mundo", el 31 de octubre de 2002, y que firmó ese gran escritor, articulista, ensayista que fue nuestro inolvidable Paco Umbral.

El artículo en cuestión lo tituló "Los esnobs", y en él nuestro genial Paco Umbral escribió "Marie Laurencin se pasó la vida mirando y pintando mujeres, amando ninfas que querían ser ella y se burlaban un poco de ella".




Pues bien, este es el artículo en cuestión, y espero que disfrutéis de él.


"La ninfa en la sombra, con risa y sarcasmo, la ninfa que sólo viste unas rayas para adentrarse en la noche, la ninfa que despierta la melancolía y la curiosidad de la mujer adulta, la mujer de gran flequillo triste y escote triangular en mitad del pecho, con un lazo en un hombro, la mujer de nariz grácil y boca dibujada que es como el sello de su personalidad, como el beso congelado en la cara, vivo pero sin destino. La mujer adulta está hecha de transparencias y la esbeltez picuda de sus pies asciende, reconocible, hacia unos muslos densos, dormidos, a punto de abrirse en un ramo de flores. La ninfa ríe burlona y diablesa noche adentro, pero mira a la gran dama, a la elegante dama que solo tiene, para acompañarse y consolarse, su caballo también femenino, no yegua pero femenino y que de alguna manera participa en el juego de las dos o de los tres. Caballo de orejas breves y picudas, femeninas orejas de gato, caballo de una borrosidad cálida y boca pequeña, infantil, bajo la esbeltez de su nariz y sus ojos pequeños y dibujados, también femeninos, que miran la escena de la ninfa, la dama y el caballo.

Marie Laurencin se pasó la vida mirando y pintando mujeres, amando ninfas que querían ser ella y se burlaban un poco de ella. Era tan mujer que solo otras mujeres pudieran comprenderla. Marie Laurencin no pintaba el amor homosexual ni la costumbre de la mujer, sino una nebulosa nocturna, dulce y sola donde todo era mujer, hasta los caballos, y donde todo era búsqueda tenue y profunda de esa otra  mujer vertigionosa en torno a sí misma que hay en toda mujer. Maria Laurencin pintaba con cualquier cosa menos con pinturas.Le servían las pomadas, los maquillajes, las colonias, los polvos para la nariz, esos polvos que matan el brillo repentino de la piel y dejan a la mujer un poco muñeca, como la quería la pintora. La Laurencin pulveriza sus mujeres o las barniza, pero es la única que sabe pintar lo femenino de la mujer, esa cosa que va entre combinaciones, señoritas que posaban en su estudio, vestidas o desnudas, bajo la mirada feminísima y poseedora de Marie Laurencin.
Para esta pintora el mundo es femenino y hay feminidad en todo lo que se esconde, en todo lo que se muestra, en el alma misma de Francia que para ella es tan femenina. Terminada la Grande Guerre, Nicole Groult, otra gran veedora de mujeres, lanza el arte de Marie frente al comercialismo de los salones profesionales. Es el encuentro de la intimidad femenina con la propagación femenina. La alta costura está llevaba por hombres y nos da una feminidad un poco adusta, a pesar de todo, con esa cosa concreta que tiene la moda de artículo de lujo, de objeto que está a la venta y exhibe una realidad económica que la mata. Las mujeres de Marie Laurencin se confunden con su ropa, están hechas de gasa, pero la ropa se confunde con su cuerpo y sus vestidos están hechos de carne, de modo que le hubiera ido bien el verso de Blaise Cendrars, dedicado a Sonia Delaunay: "Encima del vestido, Ella tenía un cuerpo".
Todo el secreto de nuestra pintora es cómo juega a mostrar y ocultar a la mujer hecha de la misma seda que la ropa, pero dulcemente carnal en los mordiscos que la calle le da a la ninfa, medio desnudándola. En Maiakovski hay asimismo un verso que explicaría bien la tragedia atenuada que Marie posa en sus cuadros: "El farol calvo le quita las medias a la noche". Pero estos versos no gustaron a los jefes soviéticos porque encontraban en ellos un cierto "decadentismo burgués". De modo que Maiakovski procedía a suicidarse antes de que lo ejecutaran. El esnobismo del llegadero siglo XX pasaría por muchos fusilamientos y suicidios que lo redimen de sus vanidades y lo elevan a un momento histórico realmente revolucionario.
Las musas de nuestra pintora son las midinettes de Paris redimidas del taller por su condición nocturna y salvadas de lo puramente canalla por el toque de pintura y la mancha que deja el corazón de otra, en este caso el corazón de Marie Laurencin".




Inigualable, increíble, dulce y suave Marie Laurencin...y sus mujeres.
DELICIOSO texto el dedicado por nuestro siempre genial Francisco Umbral.





BUEN DÍA A TODOS.

Blog incorporado al
Directorio Hispano de las Artes

Fuentes: Wikipedia.
El Cultural. El Mundo
La mujer en el arte moderno.

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