Buen día.
La pintura, siempre volvemos a la pintura, a la magia que irradia una imagen captada en un momento, plasmada siguiendo la inspiración de diferentes autores que han visto y conocido de tantas personas, hechos, circunstancias...
Y es en el AUTORRETRATO donde prevalece el interés del todo imperecedero, que se corresponde con el impuso humano de mirar una cara, un cuerpo e intentar descubrir qué se esconde detrás.
No cabe la menor duda que para cualquier artista su AUTORRETRATO es un reto indiscutible, que habla por sí mismo, y que nos ofrece una visión particular de la naturaleza humana.
El arte de los autorretratos encierra un misterio, se esconde en los límites entre el que ve y el que es visto.
Cada autorretrato encierra la historia de una INDIVIDUALIDAD.
El magnífico autorretrato que hoy es protagonista exclusivo de este artículo es obra de una de las más interesantes, si bien no es tan conocida, pintoras de la segunda mitad del siglo XIX.
Esta mujer es ANNA BILINSKA-BOHDANOWICZ.
Nacida en Ucrania, Anna era hija de un médico polaco, y su infancia transcurrió en la Rusia imperial, donde recibió clases de pintura de Michal Elwiro Andriolli.
Más Anna no sólo tenía talento para la pintura, sino también para la música, estudiando durante dos años en el Conservatorio de Varsovia, si bien se decantó por la pintura con el que fuera gran pope del realismo en Polonia, Wojciech Gerson.
Anna B. fue una mujer decidida, independiente, amante de la libertad, y ello le permitió viajar y con veinticinco años fueron numerosos los países europeos que conoció, admirando las obras de los grandes maestros clásicos.
Su formación la continuó en la famosa Académie Julian, en París, un centro artístico en el que se daban cita, para formarse, personas de todas partes del mundo, más también existía una gran confianza entre ellos, y la vida del estudio continuaba, después, en la vida del más delicioso París.
El hecho es que la Academia Julian tenía un reconocido prestigio y sus estudios resultaban costosos, algo que Anna B. no podía pagarse; más lejos de renunciar a su ideario, se dedicó a dar clases de dibujo y pintura, para permanecer en ella. La muerte de su padre y de su prometido la llevaron a encontrarse en la más absolutas de las miserias, pero la oportunidad le vino de la mano del propietario de la Academia, Rodolphe Julian quien la contrató como profesora.
Esta estabilidad económica le permitió progresar en su trabajo y es así como empezó una indiscutible carrera internacional que la llevó a los salones de pintura de París, Londres, Berlín, Grenoble, Varsovia y EE.UU.
En su pintura trató temas como retratos o paisajes, escenas de interiores e incluso atrevidos desnudos masculinos, algo del todo inusual para la época y menos para una mujer.
El AUTORRETRATO que hoy os presento le valió la Medalla de Oro del Salón de París en 1887, y la de plata en la Exposición Mundial, de 1889.
Fue la suya una vida corta, pero fructífera, toda vez que poco tiempo después de contraer matrimonio, en 1892 con un médico polaco, Antonio Bohdanowicz, su ilusión por abrir una academia de arte se vio truncada por una enfermedad cardíaca, que con solo treinta y seis años acabó con su vida.
El AUTORRETRATO de Anna Bilinska-Bohdanowicz nos ofrece la imagen de una mujer cuyo rostro destaca por su intensa mirada, deliciosos son sus labios, y el pelo aparece peinado con cierta dejadez. En su vestido no hay nada de ostentación, si bien sobre el mismo lleva un delantal bordado, con deliciosas flores rojas y rosas.
El fondo no puede ser más sencillo y a la vez nos llama la atención sobre la imagen de la autora al ser una sencilla tela, de un color neutro.
Más si algo hay determinante en la imagen de esta mujer es su mano derecha que sostiene, con firmeza, un buen número de pinceles, cuyo dibujo está perfectamente realizado, y que muestran, sin duda, que eran más que usados para dar vida a la más bella de las inspiraciones: la pintura.
Disfruten con esta maravillosa obra.
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Fuentes: Wikipedia.
500 autorretratos. Phaidon
Ellas mismas. Angeles Caso.
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