JUAN DE FLANDES fue uno de los pintores más importantes del Renacimiento español, amén de pintor de corte de Isabel La Católica desde 1496 hasta la fecha en que ésta murió, cuando lo más probable es que buscara un nuevo mecenas.
Su verdadero nombre sigue siendo aún una incógnita, si bien se baraja como opción de que se trate de Juan Astrat, tal y como consta en una inscripción colocada al dorso de una de sus tablas del Políptico de Isabel La Católica.
Asimismo, su formación, de la que igualmente se conocen muy pocos datos, le relaciona con el círculo de la escuela de Gante, de la que también formaban parte Hugo van der Roes, Dirk Bouts y Justo de Gante, para posteriormente trasladarse a Brujas, donde asimiló algunos de los rasgos de la obra de Hans Memling, principalmente, esa sensibilidad que le hace ofrecernos una calma exquisita y una belleza en gran medida ensoñadora.
En tanto ejerció como pintor de cámara de la reina Isabel La Católica se estableció en Salamanca, ciudad en la que recibió el encargo de pintar un retablo, según el estilo del Renacimiento flamenco y que tenía como destino el nicho funerario de los hermanos Rodríguez de San Isidro en la catedral de la ciudad.
El retablo en cuestión lo conforman seis paneles; en la parte superior podemos contemplar una extraordinaria imagen de San Miguel Arcángel, situado a su derecha Santiago el Mayor y a su izquierda San Francisco de Asís, en tanto en la base inferior destacan otros tres paneles, en el del centro, una Piedad, con San Pedro y San Pablo a ambos lados. En la pintura, en su conjunto, destaca la calidad del trabajo de Juan de Flandes a razón de su formación en la escuela flamenca, lo que se demuestra claramente por el empleo de la luz y el fondo del paisaje.
Sin lugar a dudas, la imagen más destacada y que ocupa la parte central de la composición es la figura de San Miguel, quien empuña la espada sagrada justo en el preciso momento en el que está a punto de acabar con una especie de serpiente que personifica al diablo.
Curiosamente, la apariencia del santo es la de un caballero medieval, cuya armadura resplandece, adornada con una capa roja y dos alas al vuelo; tanto en su pectoral como en su escudo puede verse la batalla entre ángeles y ángeles caídos, en un escenario que nos recuerda la escena que se describe en la Biblia en la ciudad de Babilonia, como ciudad del mal y que es una premonición del Juicio Final.
La figura de San Miguel con cuya victoria sobre el Maligno se resuelve la lucha entre el Mal y el Bien, de lo que nos habla el Apocalipsis.
Es así que San Miguel que así se le menciona con su propio nombre en la Biblia, no sólo es el modelo angélico, sino que además es el jefe del ejército celestial, modelo de virtudes espirituales, de ahí que sea el protector de la Iglesia.
No obstante, San Miguel tiene una doble faceta, pues es también el ángel de la muerte, quien tiene la misión de llevar al Cielo las almas de los difuntos que lo merecen, amén de pesar las almas en la balanza que decidirá su definitivo reposo en el Juicio Final.
Una temática muy ampliamente recogida dentro de lo que el Renacimiento consideraba como medio no ya sólo de mostrar el buen camino para el individuo, sino también de hacerlo mediante unas más que increíbles y bellísimas imágenes.
Cádiz (España)
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