Una de las opciones más atractivas que te ofrece tener un blog es compartir artículos sobre las más variadas materias, siempre y cuando exista un denominador común, que en mi caso, pretende serlo el del conocimiento y la cultura.
Es así como me he planteado, para el día de hoy, escribir sobre la historia de una carretera, aunque parezca curioso, si bien la historia de su construcción es digna de ser conocida por los hechos que la marcaron.
La llamada "Autopista de Kolymá", también conocida como "Carretera de los Huesos" viene a atravesar el Extremo Oriente ruso, con una longitud de 2.032 kilómetros; si bien oficialmente se la considera una autopista, no está asfaltada en todos sus tramos y en muchos de ellos sólo puede ser recorrida por vehículos todoterreno.´
De ahí, pues nada extraordinario, si omitimos decir que su asfalto guarda una macabra historia: la de los restos de miles de prisioneros del Gulag que fallecieron durante su construcción y que fueron utilizados como "mezcla" en la pavimentación, con la finalidad de hacer la vía, en cuestión más estable.
Fue construída durante la etapa estalinista de la Unión Soviética, y si en el primero de sus tramos, en 1932, el trabajo lo llevaron a cabo presos del campo de Sevvostlag, hasta el año 1953, fecha en la que finalizó la obra, y también de la muerte de Stalin, la mano de obra provenía de cientos y cientos de prisioneros, disidentes del régimen estalinista que habían sido deportados a Siberia. Asimismo, también se ha constatado que entre los deportados no sólo había disidentes, sino personas de diferentes etnias que Stalin aborrecía, como chechenos y ucranianos. Y es que este proyecto se convirtió para aquél en una especie de delirio, en un alarde de construir una obra propia de su "carisma" como estadista.
Se calcula que en total vinieron a trabajar en este proyecto mortal casi 40 millones de personas.
Las condiciones de trabajo, en las que se carecía de alimento y ropa adecuada, amén de las bajas temperaturas, provocaron que muchos de ellos murieran, y sus restos pasaron a formar parte, como ingrediente, del material de construcción.
Una vez fallecido Stalin, la Unión Soviética trató por todos los medios de mantener el silencio sobre los siniestros hechos que se vivieron en esta etapa de la historia, más estudios realizados con posterioridad, vienen a afirmar que pudieron haber muerto hasta tres millones de personas, lo que viene a significar un muerto por cada metro cuadrado de carretera.
El hecho de que se utilizaran los huesos de los fallecidos no fue algo casual, sino premeditado, pues toda vez que el material de construcción necesitaba de áridos, se decidió por que fueran los huesos, algunas veces, triturados, los que servirían como material.
Según documentos e imágenes que así lo acreditan fueron muchas las personas que se dejaron morir, en mitad de la noche, incapaces de soportar más este horror.
A día de hoy, esta carretera, conocida como M56, está abierta al tráfico, si bien está promocionada dentro de programas de lo que es turismo de aventura, eso sí, un tanto macabra, pues conforme vamos recorriéndola, los huesos de quiénes participaron en su construcción aparecen a la luz, fundamentalmente por el hecho del deshielo que tiene lugar en verano y que los cadáveres se depositaban a muy poca profundidad.
Con temperaturas de -40º y -50º, las máquinas apenas funcionaban, y el trabajo tenía que llevarse a cabo de forma manual.
Quienes bien conocen de la zona son conscientes de que esta carretera es el cementerio más grande del mundo, en el que personas anónimas murieron víctima de la más terrible de las barbaries, y en el que ni una sencilla lápida ni inscripción viene a recordarnos lo que nunca jamás debería de volver a repetirse.
Un auténtico genocidio, no reconocido como tal, para el que Stalin y su grupo de adeptos contaron con todo un ejército de esclavos, de todo tipo y condición, pues muchas de las personas detenidas, acusadas de conspiración contra el Estado, eran empleados, intelectuales, funcionarios, incluso amas de casa. Todo valía cuando de lo que se trataba era de imponer el horror y la muerte.
Y aún es más terrible el hecho de que los presos que sobrevivieron a todo esto, al abandonar el Gulag eran obligados a firmar un documento en el que se obligaban a mantener en absoluto secreto todo lo sucedido y lo que vieron sus propios ojos.
Con la caída de la U.R.S.S. algunas de estas personas hablaron sobre ello, dando veraz testimonio de lo que la crueldad y el delirio del poder del Estado, de aquellos que dicen ser líderes de masas son capaces de permitir y participar con tal de mantener su propio estatus y crear una leyenda, eso sí, de muerte.
Para aquellos de vosotros que queráis saber más sobre este tema, uno de los pocos sobrevivientes de este genocidio Varlam Shalámov escribió un libro "Los relatos de Kolymá", en el que mediante 32 narraciones cortas nos habla de todo el horror padecido por tantos millones de personas.
Que su voz y su testimonio no quede en el olvido.
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Directorio Hispano de las Artes
Fuentes:
www.wikipedia.org.
http://narradoresdelmisterio.net
www.elideal.es
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