En innumerables ocasiones determinadas personas, mayormente desconocidas, han aportado con su trabajo, con su quehacer diario mucho al mundo de la cultura, como es el caso del pintor italiano LUIS EUSEBI, nacido en Roma, el 29 de abril de 1773 y fallecido en París, el 16 de agosto de 1829, toda vez que su labor la desarrolló en Madrid y en un lugar privilegiado: el Museo del Prado.
Luis Eusebi fue conocido a partir de 1819 por su condición de ser el primer conserje de este extraordinario Museo, llevando a cabo un papel fundamental en lo que fueron los primeros diez años de vida de este templo de la cultura.
Es muy importante aclarar que la misión del conserje tenía otras connotaciones muy distintas a las que se tiene hoy en día de tal trabajo u ocupación, pues implicaba el hecho de asumir mayores atribuciones y responsabilidades; entre las mismas, por ejemplo, una tan importante como la selección de pinturas que, desde los reales sitios del Palacio de Oriente, el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial o la Granja de San Ildefonso se debían trasladar al Museo, e igualmente, qué espacio ocuparían en el mismo.
Asimismo, otra de sus tareas fundamentales la constituía la redacción de los primeros catálogos de la colección, iniciándose con una publicación de 24 páginas y 311 entradas, cuya organización la llevó a cabo de forma topográfica, y que data de noviembre de 1819; es así como cada obra iba asociada a un número que coincidía con el número de las chapas que aparecían en sus respectivos marcos; por entonces, todas las obras tenían firma española.
Y fue así como paulatinamente y con el paso del tiempo las diferentes referencias a los cuadros de la pinacoteca incluían las más curiosas explicaciones, en las que Eusebi describía la escena e incluso llegó a expresar juicios de valor.
Es así el significativo comentario que Luis Eusebi llegó a hacer de la Mona Lisa del Museo del Prado: "Mujer de Francesco di Bartolomeo del Giocondo, célebre por su hermosura. La repetición de este mismo cuadro, que está en París, fue comprada por Francisco I en 400 escudos de oro o 45 pesetas, dando por hecho que el nuestro es el original".
Quizá sea conveniente, llegado este punto, conocer un poco de la biografía de LUIS EUSEBI, su persona y qué le llevó a ostentar tan preciado trabajo, si bien es acertado afirmar que se sabe bastante poco de su vida, y que su nombre real tuvo que ser Luigi Eusebi (o Eusebio), siendo la ciudad de Roma en la que llevó a cabo su formación como pintor, en la técnica de pintura a la aguada o gouache, muy apropiada para la realización de miniaturas, mayormente pequeños retratos sobre marfil o vitela, así como la decoración de abanicos y a la confección de documentos exclusivos como códices o libros miniados, y diplomas.
Luis Eusebi llegó a Madrid hacia 1795, tal y como consta por diferentes encargos que le realizaron por parte de la Casa ducal de Osuna y por el ministro Godoy; asimismo la conocida duquesa María Josefa Pimentel y Téllez-Gijón le llegó a realizar sendos encargos en abanicos y miniaturas.
Sí que es cierto el hecho de que Godoy llegó a interceder por Luis Eusebi como consecuencia de que esté fue apresado injustamente, aunque se desconocen los motivos que le llevaron a la mencionada situación.
A raíz del estallido de la Guerra de la Independencia española, Luis Eusebi y su esposa se marcharon de Madrid, trasladándose inicialmente a Sevilla, después a Cádiz y por último se establecieron en Londres, donde nació su hijo Pedro -el matrimonio tuvo cuatro hijos en total-.
Fue precisamente en Londres donde Eusebi se dedicó a la producción de dibujos para ser grabados por otros artistas, si bien su deseo de regresar a Madrid fue permanente que sólo se hizo realidad cuando terminó el conflicto bélico.
Más la situación económica de la familia atravesó por difíciles momentos y ello llevó a Luis Eusebi a pedir empleo al servicio de la Familia Real; fue así que en 1816 obtuvo del rey Fernando VII nombramiento como "pintor de cámara", aunque sin recibir remuneración alguna por ello, con lo que tuvo que continuar sus diferentes peticiones hasta que se presentó a una vacante de "profesor de colorido" en la Real Academia de San Fernando, cargo que no le fue adjudicado, por sus orígenes extranjeros, amén de que no había sido alumno del centro.
Luis Eusebi se encontraba del todo desesperanzado cuando pidió ayuda a la reina Isabel de Braganza, en forma de pensión para poder realizar determinadas miniaturas de obras de Rafael Sanzio, a lo que éste se negó, si bien le proporcionó un empleo, el de CONSERJE del que sería el MUSEO DEL PRADO, por entonces en fase de construcción, y de cuyo cargo tomó posesión el 21 de abril de 1819.
Centrado en su ansiado trabajo de "conserje", no obstante lo cual sus atribuciones eran muy superiores, después de la publicación del primero de los catálogos, que coincidió con la inauguración de la pinacoteca -1819-, en 1821 vio la luz el segundo de los catálogos, con un total de 512 obras, de las que 195 pertenecían a la escuela italiana, entre ellas una por la que Luis Eusebi tenía una especial predilección la Sagrada Familia del Roble, de Rafael Sanzio.
Curiosamente, el catálogo se reeditó por tercera vez, en 1823, si bien lo fue en francés como agradecimiento a las tropas que vinieron de Francia, los conocidos como Cien mil hijos de San Luis, para ayudar a Fernando VII.
Con el paso de los años los catálogos fueron cada vez más detallados, amplios y por supuesto, las reseñas sobre autores y cuadros más con mayor calidad; incluso llegaron a hacerse catálogos, amén de en castellano, en francés y en italiano.
Y fue en 1828 cuando Luis Eusebi pudo contar con aportaciones de los propios artistas que fueron incluidas en los catálogos, así tanto José de Madrazo, como Francisco de Goya y Vicente López hicieron sus reseñas autobiográficas.
Evidentemente, Luis Eusebi no se privaba de hacer sus particulares aportaciones principalmente cuando de Rafael Sanzio se trataba, así como del propio Velázquez o de Esteban Murillo.
Una circunstancia curiosa y transcendental fue el hecho de que Eusebi emprendió gestiones con la finalidad de traer al Museo del Prado una serie de cuadros que se encontraban ocultos al público por ser considerados inapropiados, tal fue el caso de las dos tablas de Adan y Eva de Durero, Las Tres Gracias de Rubens, y Dánae recibiendo la lluvia de oro de Tiziano.
Consiguió su objetivo, eso sí, las citadas obras sólo podían ser visitadas en unas salas de acceso restringido.
Todo este quehacer diario redundó en la salud de Eusebi que padecía de cálculos renales y decidió operarse en París, y hacia dicha ciudad marchó en noviembre de 1828; un total de 42 días de viaje que empeoraron notablemente su salud y le provocó la muerte estando ya en dicha ciudad, el día 16 de agosto de 1829.
Sus restos fueron enterrados en el cementerio de Montparnasse.
La historia de las grandes pinacotecas está llena de anécdotas de todos los que han contribuido a lo largo del tiempo no ya sólo en su calidad de artistas -pintores, escultores, grabadores...- sino también de quienes hicieron todo cuánto estuvo en su poder para dar reconocimiento a la obra de tan grandes maestros.
Sin lugar a dudas, el Museo del Prado debe mucho a LUIS EUSEBI.
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