domingo, 10 de mayo de 2015

OSCAR WILDE: VIVIENDO EL LÍMITE DE LAS COSAS.



Buen día, estimados amigos, es hoy que me apetece tratar la personalidad y la obra de un genio, más la personalidad, quizás, por eso del "genio" de la que dió fe su vida y su producción literaria. 
Sirviéndome de sus propias palabras, en una ocasión,Oscar Wilde manifestó: "¿Quiere saber cuál es la tragedia de mi vida? Que he puesto mi genio en la vida y solo el talento en mis obras". 
Unas palabras que, perfectamente, pueden definirnos la "tragedia" de este hombre, del que se cuenta que a su llegada a Estados Unidos, y ante las insistentes preguntas del funcionario de aduanas que le había preguntado ¿Declara usted algo?, Wilde solo pudo decir: "No tengo nada que declarar, excepto mi genio".




Oscar Wilde nació en Dublín, en 1854, siendo su padre, sir William Wilde, un reconocido  cirujano de oídos y ojos, amén de escritor con un decantado estilo folclorista. Su madre, lady Jane, era poeta, o al menos, así se consideraba ella, y escribía con el pseudónimo de "Speranza"; de ella heredó Oscar su genialidad y su gigantesca humanidad. La madre de Oscar Wilde mantenía una tertulia con un grupo de intelectuales de primera categoría. Aparte era una mujer sumamente original, en sus apreciaciones; un buen día, ante la expresión "respetable" con la que un contertulio se dirigió a ella, lady Jane respondió: "Nunca emplee la expresión respetable en esta casa. Solo los comerciantes son respetables; nosotros estamos por encima de la respetabilidad".


El pequeño Oscar

Evidentemente, el pequeño Oscar, viviendo el día a día de este curioso ambiente familiar creció del todo atrevido, rebelde, trasgresor, sin conocer ni admitir fronteras al pensamiento y, a veces, a la acción. Siendo aún muy joven decidió que sería poeta, escritor y dramaturgo. "De un modo u otro seré famoso; y de no conseguirlo, seré al menos notorio". Y acertó.



Pasemos, primeramente, por imaginarnos a un niño diferente al resto de los demás, lánguido, alto, desgarbado y dotado de unas carnes flácidas, que tenían su máximo esplendor en su culo, excesivamente grueso, cosa que lejos de molestarle, le gustaba. En conjunto, si observamos su rostro nos encontramos con unos rasgos que, separadamente, podrían ser calificados como hermosos, pero que, en conjunto, convertían a Oscar en un ser desmedido, físicamente, como desmedida fue su aventura vital.



Mas ello no impidió que, sirviéndose de su talento, hiciera de si mismo el personaje  de un espectáculo, digno del mejor y mas delicioso público. 
Durante su juventud, acostumbraba a llevar el pelo largo, vestía de forma particularísima y su comportamiento lo estaba a la altura de la extravagancia. 
Mientras estuvo estudiando en Oxford, en su habitación nunca faltaban los lirios y las porcelanas azules.
Fue víctima de las burlas de muchos de sus compañeros, pero Wilde jamas se derrumbó, sencillamente se defendió a base de fuerza y a base de ingenio. Era muy reconocido entre sus compañeros por su carácter vital, era buen compañero, y académicamente, un prodigio, principalmente, en griego y cultura clásica.
Cuando abandonó Oxford ya estaba enfermo de sífilis, y durante un par de años, siguió un tratamiento, a base de mercurio, por lo que sin curarle (ya que no era éste el remedio adecuado), le dejó como recuerdo unos dientes mas que ennegrecidos. Mas hemos de tener en cuenta que la enfermedad se la contagió una prostituta, pues durante bastante tiempo Oscar Wilde tuvo relaciones sexuales con mujeres; eso sí, ensalzaba la belleza de los jóvenes griegos, y algún que otro beso puso sobre los labios de Walt Whitman, pero hasta ahí llegó la cosa, al menos que se sepa, pues la sociedad en la que vivía inmerso -la victoriana- era muy puritana y agresiva en su homofobia. 


Su esposa, Constance

Se le conocieron un par de novias, y al final, con veintinueve años se caso con Constance Lloyd, una joven bella e inteligente, algo mas joven que él. Los inicios de su matrimonio le resultaron, al menos, lo suficientemente satisfactorios para considerarse "curado" de su homosexualidad; es más, de su matrimonio, nacieron dos niños, a los que Wilde adoraba y para los que escribía encantadores cuentos. Pero, con el tiempo Wilde empezó a ver en la que era su esposa, no ya a la joven encantadora, sino a una mujer cuyo cuerpo estaba deformado por la maternidad. Evidentemente, ésta no era sino una forma de alejarse de ella, de su contacto sexual, y para ello la convenció de que la sífilis había hecho de nuevo aparición en su cuerpo. Constance que era una mujer inteligente captó perfectamente el mensaje, y pese a ello, ambos permanecieron juntos, y se quisieron.


Constance y su hijo

Esta situación derivó en los primeros escarceos de Wilde con jóvenes muchachos, como fue el caso de Robert Ros, de tan solo diecisiete años, mas que experto en la materia, que supo y bien seducirle; cuando su relación terminó siguieron siendo amigos. 
En Oscar Wilde se daba la curiosa o no tan curiosa experiencia de que el sexo con mujeres le resultaba repulsivo, en tanto que con jóvenes varones era todo hermosura, amén de que rebosaba espiritualidad. No debemos olvidar una faceta que es necesaria considerar en Oscar Wilde y es su sentido de la espiritualidad, su misticismo. En su pensamiento, el ordenamiento de lo que era el Bien y el Mal no se correspondía con lo que se reconocía como válido, por lo que continuamente hacía denuncia de la hipocresía de la sociedad en la que vivía y de las personas que la soportaban sin sufrir ni sentir por ello.



Oscar Wilde era, sin lugar a dudas, un hombre ingenioso y especial, pues, pese a que todo el mundo le ridiculizaba, a la vez, sentía una profunda admiración por él. Adoraban su estilo vistiendo, pues gustaba de utilizar medias de seda negra, cubiertas por bombachos confeccionados en terciopelos de distintos colores, sus zapatillas brillaban por su charol, y era un adicto a los abrigos ribeteados a base de pieles.



A todo ello unía su lenguaje vivaz, voraz y sus frases provocativas. En definitiva, triunfó, primero, en Francia, donde se identificó con el decadentismo, y después en Londres, hacia 1891, tras el estreno de cuatro obras de teatro, la última de las cuales, una comedia La importancia de llamarse Ernesto le supuso un éxito total. Lejos estaba de pensar, por entonces, Wilde que, tres meses mas tarde entraría en la cárcel.



El motivo de esta triste circunstancia fue el conocimiento que trabó con un joven lord, llamado Alfred Douglas, al que todos llamaban Bosie, y que, en 1891, tenía veintiún años; Oscar, le sacaba dieciseis. Bosie, a simple vista, parecía un jovencito lacio y frívolo, mas encerraba una personalidad egoista, vanidosa, y malvada. Físicamente, era agraciado, pues cabello era rubio, y sus ojos de un azul intenso, mas bien podría parecer una especie de ángel, que llevó a Wilde a un final trágico.


Sir Alfred Douglas -Bosie-

Fue el propio Bosie el que introdujo a Oscar Wilde en el mundo mas marginal de la sociedad, en el que conoció los bajos fondos, la prostitución. Debido a la naturaleza humana de Wilde, éste se dejó arrastrar por ese joven perverso, con una experiencia de la vida mas que sobrada en su antedicho aspecto de marginalidad. Hasta tal punto llegó la dependencia de Wilde del joven Bosie que este último le maltrataba, y le gritaba, le obligaba a acompañarle, en sus visitas a todos los prostíbulos, y lo que es peor, malgastaba todo su dinero. Era la suya una relación del todo enfermiza, de la que Oscar, pese a su gran corporeidad no lograba, ni siquiera, plantar cara al dulce y aniquilante Bosie.



Gracias a que intervino la madre de Bosie, Wilde consiguió librarse de él durante una temporada, mas Bosie volvió, y lo hizo con la amenaza de que iba a suicidarse. Wilde se derrumbó y volvió con él. 
La relación Oscar-Bosie empezó a complicarse cuando el padre de éste último les descubrió a ambos en un café, Alfred Douglas -Bosie- era hijo del marqués de Queensberry, un hombre que no regía muy bien, francamente. Para colmo de males, el hijo mayor del marques se había suicidado, tras ser chantajeado por su conducta homosexual. Estando la situación así, el marqués escribió una carta a su hijo, amenazándole con desheredarle, a lo que el libertino Bosie, le respondió con un telegrama de cuatro palabras: "Eres un enano rídiculo". Fue éste el comienzo del final para Wilde. 



Poco después del estreno de La importancia de llamarse Ernesto, el marques -padre de Bosie- dejó una tarjeta en el club que Oscar Wilde frecuentaba, en el que decía: "Para Oscar Wilde, que pasa por (o se hace pasar por) sodomita". 
Muchas habían sido las veces que Wilde había recibido burlas por su aficiones en el terreno sexual, pero esta vez se decidió por demandar al marqués, ya que consideraba una difamación sus palabras.
La demanda fue un terrible error, y todos los que conocían a Oscar Wilde así se lo manifestaron, pero Bosie se enfrentó a todos y aconsejó a Oscar que no le abandonara. Una vez iniciado el juicio, todo los mas íntimos detalles de la relación entre ambos salieron a luz, sus contactos, sus sentimientos... El 5 de abril de 1895, la sentencia del jurado fue favorable al marqués de Queensberry, en tanto, Oscar Wilde ingresó en prisión para ser juzgado por su inmoral conducta.



En un corto espacio de tiempo, toda la admiración que sus amigos habían demostrado hacia Oscar se borró, y hasta su propia esposa cambió su apellido y el de sus hijos. Wilde no volvió a verlos, mas siguió pasando a la que era su esposa una pensión vitalicia. Toda su vida, su obra, se volvió contra él, y lo que es peor su dignidad como persona se vio seriamente atacada por muchos de los que hasta entonces podían considerarse sus amigos.



Celebrado el juicio Oscar Wilde fue condenado a dos años de prisión con trabajos forzados, y todo ello por ser sencillamente homosexual.
La celda en la que fue encerrado Oscar Wilde apenas media cuatro metros por dos y medio, teniendo en cuenta la complexión de aquél, era una tortura. Además estaba privado de compañia, dormía en el suelo, y ni siquiera podía escribir. Le mantenían incomunicado. Un día le trasladaron de prisión y tuvo que esperar de pié, media hora, bajo la lluvia, en el andén de la estación que le trasladaría a su nuevo destino. 
Fue la suya la historia de la destrucción de un ser humano, con sus defectos, de acuerdo, pero también poseedor de un talento excepcional. Sus propias palabras nos lo dicen: "Nunca había podido imaginar una crueldad semejante". Hasta tal punto llegó esa crueldad que habiendo fallecido su madre, no le permitieron asistir a su funeral. 


El día que Oscar Wilde fue a la cárcel

Durante todo este periodo, Bosie, seguía haciendo su vida, frivolizando sobre su su relación con Oscar, y haciendo alarde del honor que suponía haber sido el amor de un gran poeta.
Cumplida su condena, Oscar Wilde salió de la cárcel, pero era un hombre enfermo y destrozado. Entre sus amigos se decidió que lo mejor era que pasase una temporada en Francia, mas Bosie volvió a dirigirse a él, y consiguió que ambos se reunieran en Rouen. Lord Alfred Douglas -Bosie- se dió entonces cuenta que Oscar ya no era el hombre genial al que todos admiraban, por sus frases siempre atinadas, su vitalidad, era un pobre hombre, sin mas. Cuando Oscar Wilde perdió su fama y su fortuna, perdió también a Bosie, que se marchó de su vida.
Después de este abandono, Oscar Wilde pasó un par de años con una pequeña cantidad de dinero que le enviaba su esposa; además, apenas podía escribir. En 1900 se le complicó una otitis que había contraído en la cárcel, y que le derivó en una meningitis.
Falleció en compañía del que fuera siempre su amigo, desde su juventud, Robert Ros, con apenas cuarenta y seis años, y en la mas absoluta de las pobrezas.



Cuando Bosie se enteró de la noticia corrió para acercarse al ataud de Wilde y ejercer de lo que había sido siempre su vida, el protagonista hasta el último momento, de un triste y doloroso espectáculo.
Así fue la suerte de un hombre genial, como el paso del tiempo nos ha demostrado, que lo es toda su producción, si bien nunca supo o quizás quiso, renunciar a sus deseos o debilidades, según cada cual quiera llamarlo. Yo me inclino por que, pese a su triste final, en tanto pronunciaba su célebre frase: "Estoy muriéndome por encima de mis posibilidades", Oscar Wilde conoció la gloria de saberse distinto y de ejercer como tal.





BUEN DÍA A TODOS Y SUSCRIBO LO DICHO POR EL SR. WILDE

http://directoriohispanodelasartes.com/pura-kastiga/


Fuentes: Wikipedia.
Pasiones. Rosa Montero.

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