sábado, 2 de agosto de 2014

EMILY DICKINSON: LA FRUCTÍFERA SOLEDAD.


Buen día a todos, hoy tenemos con nosotros a una mujer extraordinaria. Una joven que vivió para sus poemas y sus cartas, utilizando sus propias palabras "Una carta siempre se me hace como la inmortalidad, porque es la mente sola sin amigo corpóreo".
Pocas personas son capaces de vivir una existencia, me refiero desde el punto de vista personal, austera, prácticamente recluida en su casa, mas esa soledad le hizo aprender por sí misma, de la vida, de las personas, de las cosas, y ante todo, de los sentimientos.
Nuestro siempre amado Jorge Luis Borges, refiriéndose a ella nos habla en estos términos:
"No hay, que yo sepa, una vida mas apasionada y solitaria que la de esta mujer. Prefirió soñar el amor y acaso imaginarlo y temerlo. En su recluida aldea de Amherst buscó la reclusión de su casa y, en su casa, la reclusión del color blanco y la de no dejarse ver por los pocos amigos que recibía. Además de la escritura fugaz de cosas inmortales, profesó el hábito de la lenta lectura y reflexión".



Emily Elizabeth Dickinson nació en Amherst (Masachussetts), en 1830. Su familia se encontraba bien situada económicamente, pues su padre era un abogado de prestigio. Su educación formal culminó cuando realizó un curso en un seminario femenino en Mount Holyoke y desde entonces, contando tan solo dieciocho años, vivió el resto de su vida en la casa de sus padres. 
Eso sí conoció Washington y Boston, en sendos viajes cortos que realizó, pasando sus días en su casa; ello no le impidió mantener una intensa correspondencia con numerosas personas, a las que jamás vio, pero de cuya constancia nos queda un bellísimo libro, editado por Lumen, bajo el titulo de Emily Dickinson -Cartas- que nos muestra todo el mundo personal y espiritual de esta joven que escogió esa vida de total reclusión.



Nunca contrajo matrimonio, aunque quizás mantuvo uno o dos relaciones que no llegaron a fraguarse; no obstante de la lectura de sus poemas no se destaca en su sentimiento ningún tipo de resentimiento o dolor por tales pérdidas. Emily fue siempre una mujer muy fuerte y que se conocía muy bien a sí misma.
Desde muy pequeña empezó con su actividad literaria, principalmente escribiendo versos, poemas hermosísimos; mas esta faceta era desconocida para los pocos que la frecuentaban, aunque algunos de ellos tuvieron un receptor común Thomas Wentworth Higginson, quien precisamente le insistía en que no publicara los mismos. 
Fue tras su fallecimiento, en 1866, cuando su familia, se decidió por imprimir "Poemas de Emily Dickinson", hacia 1890; si bien la crítica no fue muy acertada, se hizo una nueva edición y poco a poco fueron haciéndose distintas recopilaciones de su poemario.


Si nos dejamos llevar por la belleza de la poesía de Emily Dickinson podemos observar que sus poemas están hechos a base de buscar en la realidad de la existencia. Algunos de ellos quedan, en cierta forma, inconclusos, pues no terminan de definirnos el verdadero sentido de su concepción, mas en otros podemos observar una infinita energía, derrochadora de su talento. 

Es a través de su obra poética como Emily se plantea muy distintos aspectos de la vida con una calidad del todo consistente. 
Así podemos apreciar la excelencia de su obra en este bellísimo poema, en el que nos habla de sus propios sentimientos:

"Tienen por mas dulce al éxito
los que nunca lo saborearon.

Primero pide el corazón placer,
y luego, la disculpa del dolor.

El alma selecciona su propia sociedad,
luego cierra la puerta;
en su divina mayoría de edad
no hay que interferir.

Como no podía pararme por la Muerte,
él amablemente se paró para mí.

A un gran dolor sigue
un sentimiento ceremonioso".

Emily Dickinson adoraba observar, percibir, descubrir, a veces, cosas, hechos, situaciones que siempre han estado ahí, más en ello nadie había reparado. Emily, si.
Sus poemas son de fácil lectura, pero ello no debe llevarnos a considerar a Emily como una poeta simple. Todo lo contrario, segura de su concepto de las cosas y de las personas, nos las presenta, directamente, de una forma real. Para nada, dudaba, pues controlaba sus poemas, como el profesional que sabe cuál es su trabajo y lo ejerce con total seguridad. 
En su forma de trabajar, sin embargo, existía un punto caótico, escribía sin cesar, y sus poemas iban todos, en hojas sueltas de papel, a parar a un cajón, sin orden ni concierto; en cierta medida, Emily Dickinson le lanzaba un órdago a vida y a la posibilidad de que la posteridad conociera de su existencia.


La calidad poética de Emily Dickinson es equiparable a la de Walt Whitman, siendo ambos los dos poetas mas destacados dentro de la literatura estadounidense.
Leer a Emily Dickinson es un placer indiscutible. Tanto en sus cartas como en sus poemas nos encontramos una voz cálida, cercana, mas fuerte y potente. Su obra tanto como su vida es sumamente densa, por ello os recomiendo una lectura lenta y en pequeñas dosis.
La grandeza de su producción contrasta con la rigidez y escaso contacto que mantuvo con quienes la conocieron, hasta el punto de que se dirigía a ellos a través de una puerta entornada. No obstante, el mundo infantil le resultaba delicioso, gustaba de hacer y regalar todo tipo de pasteles y golosinas a los pequeños. Este encierro paulatino, evidentemente, lo fue tras realizar viajes con algunos de sus compañeros de clase, estudiantes. Bien es cierto que en su casa paterna, a la que se referían como La Mansión, acudían numerosas personalidades de la cultura americana, de las que no cabe la menor duda que Emily Dickinson supo sacar buen partido.


Casa Museo

Emily, desde muy joven, puso en tela de juicio el orden social establecido en familia, religión y estado. Desde temprana edad supo que el matrimonio no era para ella, los convencionalismos sociales, tampoco. 
Ante todo, Emily Dickinson vivía para sus poemas, no solo los pensaba, dándole una prioridad absoluta a la cristalización de la verdad en el lenguaje. Un lenguaje lleno de precisión y detalles que aunque parecen no tener importancia son del todo sólidos. Se descubrió a si misma y descubrió su propia conciencia y todo ello con la misma precisión y belleza que plasmó en sus cartas y sus poemas.


BUEN DÍA A TODOS

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