Mis queridos lectores, ¿qué es una boda sin su correspondiente pastel?; ese especial momento en el que la parejita en cuestión parte tan delicioso dulce y lo comparte con su familia y amigos.
Pues pocos somos, y me incluyo entre ellos, los que conocemos el origen de por qué una boda termina siempre con su correspondiente pastel.
Así que si queréis ser de los que de ahora en adelante sepáis su historia, toca leer a continuación.....
Se sabe que en la antigua Roma existía la costumbre en toda boda -evidentemente, de familias nobles y pudientes-, de celebrar la unión de los contrayentes con una torta elaborada a base de cebada; más el pastel de boda, con la forma tradicional que hemos conocido, amén de color siempre blanco, que destaca por tener más de un piso, lo debemos a una moda, sí, una moda que empezó a difundirse en el siglo XIX, en Inglaterra y con motivo de la boda de la reina Victoria de Inglaterra.
Con el paso del tiempo y la aparición de útiles y maquinaria apropiada para hacer cada vez más fácil y a la vez más detallista y perfecto el pastel de bodas, éste fue cobrando protagonismo en toda ceremonia.
El vestido de novia de la reinaFue a raíz de la boda en el año de 1840, de la reina Victoria de Inglaterra con el príncipe Alberto, cuando aquella vino a iniciar dos tradiciones: la primera de ellas, el traje de la novia, de color totalmente blanco, símbolo de pureza y juventud, y la segunda, el pastel de bodas, igualmente blanco y que contaba con varias alturas.
Este magnífico pastel que causó sensación en el enlace fue diseñado por el entonces pastelero de la casa real, John C. Mauditt, con un peso total de 100 libras y diferentes alturas, alcanzando en total 1,70 metros de alto y 2,50 metros de ancho en lo que era su base.
Destacaba no ya por su blanco color sino por su decoración floral con ramos atados por cintas y un pequeño Cupido que anotaba en un libro la fecha del enlace. El colofón de esta "dulce obra de arte" estaba formada por una imagen de Britania, vestida a la griega, representado a Gran Bretaña; a los pies de las diferentes figuras aparecía un perro rodeado por palomas, simbolizando la fidelidad y la fertilidad.
Dada la curiosidad entre el público de la época, el pastel fue expuesto durante tres días en el Alcázar Real; llegado el día de la boda fue la princesa Victoria Eugenia la encargada de cortar la tarta con un cuchillo para agasajar a sus invitados.
Pese a los buenos augurios que viene a simbolizar el pastel de boda para los contrayentes, éstos fueron víctimas de un atentado, al salir de la Iglesia de los Jerónimos de Madrid, cuando desde el tercer piso del número 88 la calle Mayor, un elegante ramo de rosas fue lanzado por el anarquista Mateo Morral encubriendo una bomba. Los recién casados salieron indemnes de este atentado, pero fallecieron veinticinco personas y cien resultaron heridas.
Pese a este terrible suceso, la celebración se celebró tal y como estaba planeada.
Más quedémonos con la parte amable de la historia del "pastel de bodas" y con el deseo de que seáis muchos los que culminéis vuestra unión disfrutando de esta singular tradición.
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