Qué sería de la historia real sin la existencia de leyendas, aspectos que hacen aún más interesantes y atractivos hechos que nos han llamado poderosamente la atención, y cuya narración ha ido pasando de generación en generación.
Este es el caso de una leyenda o quizá tenga más de historia real, si bien el hecho cierto es que existen más que certeras referencias a los acontecimientos que a continuación podréis leer.
Esta singular historia gira en torno al rey aragonés Ramiro II el Monje, quien debe su sobrenombre al hecho de que su padre, Sancho Ramírez, siendo aún un niño, decidió que se dedicaría a la vida monástica para lo cual ingresó en una orden en la Abadía de Languedoc.
Ramiro fue el tercero y último de los hijos de Sancho Ramírez y de Felicia de Roucy.
Su regreso a España coincidió con su nombramiento como abad de Sahagún y obispo de Burgos, Pamplona y Roda, si bien también participaba de la política junto a su hermano, Alfonso I; y fue la prematura muerte de éste la que le llevó al trono de Aragón, aunque no fue aceptado por la gran mayoría de la nobleza aragonesa, así como por parte de los reyes de Navarra y Castilla.
Cuenta la leyenda que Ramiro II se encontró con una corte en la que abundaban las intrigas y que pese a su buena disposición en el sentido de acceder a favores a nobles y caballeros, éstos se dedicaban a maltratar y robar a sus súbditos. Ello llevó a Ramiro I a pedir consejo a Fray Frotardo -quien fuera su preceptor en la abadía del Languedoc-.
El abad en cuestión leyó la misiva que recibió de manos de un mensajero, y le pidió a éste que le acompañara a un huerto en el que abundaban las coles y después de empuñar un cuchillo talló una a una las colas más grandes, hecho que pidió relatara al rey.
José Casado del Alisal
Museo del Prado
Cuando Ramiro II recibió el mensaje lo entendió rápidamente; la huerta era su reino, y las coles más grandes justo los nobles y aristócratas que le atacaban, conspiraban contra él, y por ende, debían de desaparecer. Fue así como convocó a todos ellos para la celebración de unas cortes que tendrían lugar en Huesca, con la finalidad de poner en su conocimiento su deseo de que quería construir una campana que se escuchase en todo su territorio.
Las cabezas de los nobles decapitados fueron colgadas en semicírculo de forma que formaban una campana, más después Ramiro II hizo pasar al obispo de Ordás de Zaragoza, al que pidió su opinión sobre si le parecía que la "campana" estaba completa.
Evidentemente, el obispo se temía lo peor y estaba en lo cierto, pues Ramiro II no dudó en afirmar que le faltaba el badajo, y para ejercer dicha función estaba destinada la cabeza del obispo, como así fue.
Una vez completado su "trabajo" Ramiro II hizo pasar al resto de la nobleza convocada para que pudieran ser testigos de la campana que repicaría siempre para su gloria.
Pese al hecho de que esta leyenda tiene mucho de eso, precisamente, son variados los historiadores que han considerado que la misma tiene suficiente base, en función de textos que hablan sobre la existencia de un hecho violento ocurrido durante el reinado de Ramiro II, y que fue recogido en la Crónica de San Juan de la Peña, dos siglos más tarde.
Es así que el relato de estos hechos sirvieron posteriormente de inspiración para diferentes obras literarias, como "La campana de Aragón" de Lope de Vega o la novela "La Campana de Huesca", de Cánovas del Castillo, a la que debemos el famoso dicho "más sonado que la Campana de Huesca", haciendo clara relación con un suceso que fue muy conocido en su momento.
La pintura también recogió esta historia/leyenda por parte del pintor José Casado del Alisal, quien en su obra La Leyenda del rey monje, datada en 1881, nos ofrece un espectáculo dantesco de lo supuestamente sucedido (por cierto, las cabezas que aparecen pintadas en el cuadro fueron reales, ya que se correspondían con las de mendigos que el propio pintor pudo recoger de una morgue de la ciudad de Roma, en la realizó su trabajo).
A día de hoy, en el Palacio de los Reyes de Aragón, sede del Museo de Huesca, se encuentra una estancia justamente bajo el Salón del trono, y que se conoce como Sala de la Campana, como recuerdo a tan cruento acontecimiento, que tuvo lugar allá por el siglo XII, entre los años 1134 a 1137 (durante el corto reinado de Ramiro II, el rey monje).
Sala de la Campana
Historia. Edición especial.
National Geographic. Grandes Enigmas.
https//www.abc.es/cultura.
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