La pasión es, sin lugar a dudas, la impronta de toda la obra de Théodore Géricault, un artista cuyas obras destacan por la expresividad que manifiestan sus pinturas de caballos, un tema que le encantaba, por cierto, de la misma forma que por el realismo con el que ensalza el cuerpo, dando un especial privilegio a la forma y a la composición; Géricault es romántico por sus temáticas, más su estilo es clásico.
Un artista cuya corta vida, murió con solo 36 años, no fue óbice para la producción de una obra que tras su muerte tomó dimensiones míticas.
La Balsa de la Medusa
Sin lugar a dudas, la obra más reconocida de Géricault es su famosa "LA BALSA DE LA MEDUSA", si bien ese éxito no le aportó medios económicos para poder subsistir, por lo que se vio obligado a realizar una serie de curiosos encargos por el psiquiatra Étienne-Jean Georget, médico del Hospital Salpêtrière, una especie de asilo para locas, prostitutas y mendigos.
El encargo que recibió Gericault fue la ejecución de diez retratos de pacientes del citado jefe de psiquiatría del hospital en cuestión, todos ellos enfermos mentales, ya que según diferentes teorías, por entonces populares, la enfermedad mental se reflejaba en el rostro y con solo observar a un paciente de estas características se podía descubrir el origen de su mal.
Hospital de la Salpêtrière
Según ciertas fuentes, el propio psiquiatra atendió a Théodore Géricault de una crisis de "melancolía", aunque otras nos hablan de que este médico facilitaba al pintor de cadáveres para sus estudios sobre anatomía.
Es así como vieron la luz diez maravillosos retratos que se conocía con el nombre genérico de las "MONOMANÍAS", un conjunto sobrecogedor de diferentes formas calificadas, por entonces, como locura.
De estas diez obras han llegado, hasta nuestros días, cinco de ellas: la envidia, la ludopatía, la fijación obsesiva, la cleptomanía y la pederastia, si bien, un nuevo retrato ha sido descubierto por el científico español Javier S. Burgos, y que está dedicada a la depresión: su título obedece al de "El hombre melancólico", en cuyo rostro se observa una tristeza profunda, y cuya técnica es del todo coincidente con el resto de "Monomanías" hasta ahora conocidas.
Georget estimaba que la enfermedad mental, si bien la calificaba con carácter general como "demencia" sería la enfermedad del fututo (y no se equivocaba). Es así que hizo este especial encargo a un artista de la categoría de Géricault, con una capacidad única para captar el alma del retratado.
Monomanía de la envidia
Théodore Géricault nos muestra los rostros de seis personas, en las que perdura la dignidad, pese a que casi la totalidad de este tipo de enfermos eran ingresados en asilos y hospitales, siendo maltratados, torturados, malnutridos, y por si fuera poco, olvidados y odiados por una sociedad que les consideraba escoria.
Monomanía de la fijación obsesiva
Todos los retratos fueron realizados al óleo, y nos ofrecen la imagen de pacientes de tres cuartos, así como de frente y a escala real. Para potenciar la mirada del espectador sobre el rostro del enfermo, el pintor eliminó todo tipo de fondo, de tal forma que quien observa ve al "enfermo", si bien los ojos de éste último van en otra dirección, lo cual es una especia de alegoría en el sentido de que son ellos los que "realmente" ven más allá y no se quedan en la superficialidad de quienes les observan, que se dicen "cuerdos".
Monomanía de la cleptomanía
Monomanía de la ludopatía
También destaca la circunstancia de que en todos y cada uno de los cuadros no se menciona el nombre del retratado, sino aparece como título el del trastorno que se quiere identificar.
El hecho cierto es que el genio de Théodore Géricault, en todos y cada una de estas obras, el pintor moderno, clásico, tradicional y vanguardista a la vez, nos ofreció por medio de lo que se conoce como realismo científico, la dignidad de un grupo de personas alejadas de la "cordura" que se dice existe en el "rebaño".
Estudio de "mano"
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